Jabari Parker tiene un contrato no garantizado de 2,3 millones de dólares para la próxima temporada, de los cuales se aseguraría 1,1M de seguir con el uniforme de Boston tan pronto como arrancase la nueva fase regular. Después de rondar el cuarto de hora en cada uno de sus tres primeros choques con el verde de tirantes, Parker acumuló seis DNP consecutivos (Did Not Play), y siguió jugando con moderación hasta el encuentro que ponía el lazo a la regular season ante los Knicks, donde firmó máximos en minutos (27) y puntos (18).
Quizás porque veía que estaba en un buen momento, quizás porque sin Jaylen Brown y un banquillo discreto no tenía mucho más hacia donde mirar, el caso es que Brad Stevens dio más protagonismo a Jabari en playoffs que en RS saliendo desde la segunda unidad (sólo un minuto más de media, de 13,8 a 14,8, pero ahí queda). Y éste –facts are facts– ha respondido: 8,5 puntos con porcentajes del 62% en tiros de campo en su serie ante los Nets.
Consciente de su inútil muñeca desde larga distancia (32% en su carrera) así como de unas condiciones únicas para atacar el aro con agresividad y acierto, Jabari siempre ha volcado el peso de su juego en donde sabe que hiere y genera rentabilidad: del codo de la botella hacia adentro.
Tanto a nivel ofensivo como defensivo, Boston ha sido un conjunto de mitad de la tabla este curso en una temporada que prometía mucho y se ha resuelto con un aprobado raspado, pero, a pesar de ello y decepción mediante, a la gran revolución en los despachos no cabe (o no cabría) esperar otra de igual calibre en el vestuario, si por ello entendemos que desde las oficinas del Garden tienen la intención de respetar su columna vertebral, esto es: Tatum, Brown y Smart… porque Kemba Walker ha logrado justo lo opuesto a lo esperado con su llegada: agotar la paciencia y no cumplir las expectativas como recambio de Kyrie Irving y jugador clutch en playoffs, todo ello ligado a un salario obsceno que elimina cualquier rastro de flexibilidad salarial. Su nombre está en el mercado a la espera de que un postor osado y con el margen salarial del tamaño del Ngorongoro se lance a por él.
Las lesiones –demasiadas y algunas graves– le arrebataron hace años parte de su explosividad, pero no la suficiente como para despojarle de su veneno cuando vierte su clase en las inmediaciones del metacrilato. Fuerte, ágil, estético, con una gran envergadura, un instinto bárbaro para el rebote y un uso excepcional de su cuerpo cuando se decide a romper las líneas rivales, el motivo que ha llevado a Parker a la inestabilidad laboral no ha sido su fragilidad ofensiva, porque ahí es todo un Rembrandt, sino su desidia en defensa (aquí lo machaqué a gusto hace dos veranos), su apatía por el gimnasio (su físico apolíneo viene y va) y un mediocre IQ para entender que el baloncesto es un deporte de equipo donde compartir la pelota y hallar la mejor opción, está mejor que bien visto.
Desde su salida de Milwaukee, si miramos su historial, el ex de Duke ha estado a razón de dos equipos por temporada. Una auténtica burrada.
- 2018/19: Chicago Bulls y Washington Wizards.
- 2019/20: Atlanta Hakws y Sacramento Kings.
- 2020/21: Sacramento Kings y Boston Celitcs.
Sin ser un Ridnour, seis franquicias siguen siendo demasiadas para un pick 2 del Draft que en su momento sostuvo legítimamente el debate de ser el mejor jugador de una promoción de la que salieron Joel Embiid, Andrew Wiggins, Nikola Jokic, Aaron Gordon, Zach LaVine, Marcus Smart, Jordan Clarkson…. (¡¡que Draft, Dios santo!!)…., Jerami Grant, Bogdan Bogdanovic, Gary Harris, Jusuf Nurkic, Clint Capela, Doug McDermott, Dario Saric… y podría seguir. La cuestión es que Jabari, fracasado en el proyecto de cristalizarse como un ‘jugador de época’, está muy a tiempo de convertirse, mínimo, en un miembro harto aprovechable de la NBA.
Un DAFO peculiar
Los buenos jugadores con facilidad e instinto para ver aro nunca están de más en ningún equipo, siendo los Brooklyn Nets el vivo ejemplo de ello. Sólo necesitas el entrenador, la filosofía y la pizarra adecuada para encontrarles su lugar y hacer de su fuerte su máxima huella en cancha.
Jabari Parker es un talentazo ofensivo de los que no abundan. En la era del triple, la NBA languidece en jugadores con recursos para crearse sus propios tiros al poste y en sus aledaños, tanto en acciones de estático como en transición. Parker, condiciones físicas de puro tweener que, bien empleadas, le dotan de una versatilidad posicional innata, en noches de pleno rendimiento es de los que te extrae petróleo de una mina de sal. Y eso es algo que, insisto, no debe tomarse a la ligera a la hora de ser descartado.
En un paralelismo similar a Jahlil Okafor –artistas en ataque, terroristas en defensa–, Jabari cuenta con varias ventajas sobre el pívot, desde mejores porcentajes de tiro que Jah sin ser, no obstante, un jugador puro de frontcourt, unido a su habilidad para ser peligroso desde muchos más vértices y ámbitos del parquet, y no sólo cuando recibe el balón cerca del hierro. Pero en fundamentos también defensivos se parecen: ninguno de los dos carece de ellos… de hecho, es todo lo contrario. Ambos tienen sentido del momentum y feeling de anticipación (no es raro verles colocar tapones y adelantarse a ciertas acciones de tiro y definición por parte del rival), pero estos no son complementados por la máxima en el arte de defender: echarle ganas y un par de yemas con sus respectivas claras.
¿Encaja en Boston? ¿Cuál sería su papel?
A nivel de sistema, los Celtics, podría decirse, cuentan con el organigrama casi perfecto para hacer de Boston el nuevo hogar de Jabari por el próximo año y a un precio de ganga. Su rol ideal pasaría por convertirse en el sexto hombre del roster, puesto que a tantos y tantos jugadores ha ayudado a reencontrase en el pasado e incluso a relanzar sus carreras (con casos tan recientes como los de Derrick Rose en los Knicks, Jordan Clarkson en Utah o Eric Gordon en Houston Rockets).
Con Brown, Smart, Tatum y Walker (o su remplazo en el mercado), la primera unidad va servida de puntos, algo que no sucede así con la segunda, donde tras la lógica salida de Evan Fournier (FA) sólo parece destacar Payton Pritchard como garantía de anotación, y a la espera de la confirmación de Aaron Nesmith como el martillo pilón desde el triple que fuera en la NCAA.
Jabari Parker, por su capacidad ofensiva y su singular forma de ejecutarla, emerge como una solución natural y efectiva para engrosar el abanico de opciones, apuntalando la rotación como una vía extra más de delegación ante defensas zonales e incluso cierto liderazgo ante la ausencia/descanso de las caras propias de los jugadores franquicia.
En cuanto al reto de hacer brillar sus virtudes y escamotear sus debilidades, ahí el papel del head coach (que ya no será Brad Stevens) será vital q la hora de configurar la alineación perfecta. No lo tendrá muy difícil cuando lo haga confluir con los titulares, pues Brown y Smart son perros de presa desde sus tiempos en la placenta, y Tatum va creciendo en este distrito mes a mes.
Será en esos ratos puntuales en que él haga de faro ofensivo en cancha, cuando deban los de Massachusets consolidar ese equilibrio –a saber con los Tristan Thompson o Grant Williams, de lo poco potable en la rotación en cuanto a impacto defensivo (y nada especialmente destacable…)–, parcela, lo digo ya, en la que Brad Stevens, ahora como máximo dirigente y no simple bastón a pie de pista, debería esmerarse en buscar refuerzos este verano, firmando al menos un par de jugadores de los que bajan al barro del perímetro a buen precio.
De Jabari Parker todos conocemos que el desplazamiento lateral a la hora de estorbar nunca ha sido su fuerte, y más desde sus dos graves lesiones de LCA. Jugadores veloces y con buena arrancada se convierten rápidamente en su infierno y una veta para el rival por la que taladrar. Jabari, en esto, precisa de dos cosas: en primer lugar, la más innegociable, tesón y esfuerzo por su parte (si no, de nada sirve el resto), y luego un técnico que sepa detectar el mismatch y buscarle el emparejamiento idóneo de entre los posibles, así como incidir en el sistema de ayudas y cambios de marca.
Jabari en ataque puede ser un 3, un 4, incluso un 5 en ciertos tramos de pronunciado small ball. En defensa debe ser exactamente igual. Y ya vimos, como ejemplo reciente, como con Julius Randle en el closing season game, sin necesidad de puntear apenas, supo leer en un par de lances lo que la acción requería (no picando en el amago en la primera acción; plantando bien los pies a tierra en la segunda y resultar hándicap suficiente como para alejarle del aro y condicionar su tiro). Sí, Randle, el MIP de la temporada.
Hambriento y a tiempo
La relación de Parker y los Celtics pudo empezar a estrecharse mucho antes de 2021, pues tan pronto éste depositó su nombre en el cáliz de 2014, Danny Ainge contactó con él. Sólo que el GM tenía en su poder el pick 6º (Marcus Smart), mientras que Jabari, portada de Sports Ilustrated de 2012 y bautizado entonces como ‘el mejor jugador de instituto desde LeBron James’, voló cuatro papeletas antes rumbo a los Bucks.
No solo con el (ex) mandamás tuvo contacto aquel joven Parker, sino que también coincidió poco después con alguien más. El jugador, hoy por hoy, más querido e intocable; cara, escudo, presente y futuro de la franquicia. El de los 50 puntos en playoffs. “Volví al instituto y tuve la oportunidad de trabajar con él (Jayson Tatum, por supuesto) y con Jeff Capel, su entrenador de tiro. Y con Danny Ainge siempre he mantenido una relación cercana, especialmente desde cuando iba a ser drafteado. Tengo muy buena relación con la familia celtic. Hacen las cosas de la manera correcta en cuanto al trabajo en equipo, la cultura del esfuerzo y la preparación y, con suerte, podré integrarme y contagiarme de esos muchachos en cuanto a su ética de trabajo y sus buenos hábitos», fueron algunas de las primeras declaraciones del forward tras confirmarse su fichaje por dos años con los Celtics, aunque con un salario, papel y pretensiones bien distintos (y distantes) de los que hubiesen sido seis años atrás de haber sido su gorra la que se encasquetase.
Pero a junio de 2021 podemos afirmar dos cosas que aumentan la luz que nos riega. Jabari Parker suma ya cerca de cuatro años sin una lesión seria en su tren inferior, y parece estar en la senda de alcanzar su mejor forma física desde su prometedor desvirgue en Wisconsin. Lo segundo es que tiene sólo 26 años, y como sus hermanos de promoción (Wiggins, Randle, Embiid, Jokic…) tiene aún, los que podrían ser, varios de sus mejores años de baloncesto por delante.
«Lo que me mantiene luchando es mi fe por Dios y simplemente mi afán por no rendirme», decía Parker poco después de firmar con los Celtics. “Recuerdo que mi padre, cuando tenía 6 años, me vio claudicando en una jugada, así que me cogió, me llevo a un lado y me dijo que jamás me rindiera. Es algo que se me quedó grabado; nunca me rendiré y siempre me daré una oportunidad».
No dudo de la Fe ni de la inspiración paterna de Jabari, pero puede que un punto en el horizonte, la agencia libre de 2022 en concreto, y el saber que cuando esta llegue él habrá ganado, en sus ocho años como profesional, en torno a los 57,5 millones, mientras compañeros de Draft como Randle, LaVine, Jokic, Embiid o Wiggins se habrán embolsado 78, 85, 116, 131 y 136 respectivamente en ese mismo tiempo… le sirva, junto a su Fe y resiliencia, de impulso extra para dar este curso próximo lo mejor de sí.
Y puede también que la alfombra verde del Garden sea la superficie idónea, como la tierra para Rafa o la hierba para Roger, para que así sea. Para que parte del viejo sueño se cumpla.
(Fotografía de portada de Sarah Stier/Getty Images)