Un impás en el fulgurante camino de Luka Doncic

Desde que comenzase su andadura en la NBA, incluso desde aquellos primeros años como adolescente en el Real Madrid, Luka Doncic nos ha acostumbrado a ...

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Por David Sánchez

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Desde que comenzase su andadura en la NBA, incluso desde aquellos primeros años como adolescente en el Real Madrid, Luka Doncic nos ha acostumbrado a esperar que su crecimiento como jugador sea constante. Llega hasta tal punto la cantidad de hazañas y desarrollo de facetas que uno da por hecho que el talento del esloveno tiende hasta el infinito. Hasta cierto punto, esto no ha dejado de ser así, pero sí que existen indicios recientes que atisban la primera regresión de su carrera.

Ya en el primer tercio del curso anterior a Doncic le costó entrar en dinámica tras comenzar al ralentí en lo físico. Luka seguía haciendo cifras con aparente sencillez, pero no lograba poner a los Mavericks a funcionar como en tiempos recientes. Bache que superó amaestrando el triple tras paso atrás hasta niveles absurdos.

Sin embargo, la estrella de Dallas no ha aprendido de errores pasados. Doncic volvió de las vacaciones en una muy baja forma física. La excusa de la falta de descanso entre temporadas encuentra este año el rescoldo de los Juegos Olímpicos disputados con la selección, pero el propio jugador sabe que su estado físico era inaceptable para alguien que opta al MVP.

El pasado diciembre Tim McMahon dejaba caer en The Lowe Post que la balanza marcaba 117 kilos para el balcánico, más de diez kilos por encima de su peso habitual. Él mismo admitía el problema. “Sé que lo tengo que hacer mejor. He tenido solo tres semanas de vacaciones y me he relajado, quizás demasiado. Tengo que volver a ponerme en forma” declaraba ante la prensa hace un mes.

Esto y un cúmulo de cambios surgidos en su entorno inciden en que estemos viendo al probablemente peor Doncic de su trayectoria con independencia de las cifras individuales. Empezando por la llegada de Jason Kidd al banquillo.

Dibujando a un nuevo Luka

Tres fueron las premisas con las que se anunció el fichaje de Jason Kidd como nuevo entrenador de los Dallas Mavericks:

  1. Mejorar al equipo en la parcela defensiva.
  2. Recuperar a Kristaps Porzingis para la causa.
  3. Ayudar a Luka a dar el siguiente salto en su desarrollo como gestor de juego de súper-elite.

Los datos le amparan en el primer cometido. Las sensaciones hacen lo propio con el segundo. Y en pista estamos viendo a un Luka Doncic muy diferente al que estábamos acostumbrados. Aunque no para bien.

En la pizarra de Kidd, su base ha adquirido una predominancia inédita acudiendo al poste. Doncic juega de espaldas a canasta casi el doble de veces que el curso pasado. La clave está en que lo hace directamente desde zonas muy alejadas a la pintura. Si antes Luka sacaba a pasear su repertorio al poste en situaciones en las que detectaba la ventaja, ahora a menudo tiene que trabajarse la jugada mucho más lejos del aro y sin haber generado un missmatch previo. Ya no es extraño que las jugadas de los Mavs comiencen directamente dándole el balón en los codos de la zona.

No solo eso, pues también se le enfoca demasiado en la ejecución al tiro en el poste. El sistema de los Mavs no está tan preparado para aprovechar las ventajas que Doncic genera de espaldas a canasta, y esto ha hecho bajar la eficiencia del jugador por los suelos en este tipo de acciones. Ha pasado de generar 1,1 puntos por posesión el curso pasado a 0,9 esta campaña, lo cual implica una bajada del 80 al 50 percentil. Es decir, que antes estaba entre el 20% de jugadores más efectivos de la liga y ahora entre el 50%. Porcentualmente saca menos faltas, pierde más balones y anota un 11% menos de sus tiros.

Acomodamiento

La consecuencia más evidente de que Doncic comience muchas de sus jugadas dentro del perímetro y normalmente de espaldas al aro es que su selección de tiro ha empeorado considerablemente. Además de apoltronarse más que nunca en la media distancia, ejecuta esos lanzamientos en situaciones más complicadas de lo usual. Ya sean tiros a la media vuelta o punteados por un defensor. Aunque aquí también tiene mucho que ver su bajo estado de forma.

Un impás en el fulgurante camino de Luka Doncic
Carta de tiro de Luka Doncic en las temporadas 20-21 y 21-22 respectivamente. Fuente: NBA Shot Charts

Se dice demasiado a la ligera que jugadores como Luka o James Harden no son ningún prodigio físico. Básicamente por el prejuicio que acompaña a su corpulencia. Pero se menciona menos que ambos son físicos privilegiados en lo que al cambio de ritmo y dirección se refiere. Analizando su primer impacto en la liga, Andrés Monje dedicaba en Gigantes un epígrafe completo a su habilidad para frenar y redirigir su acción como su principal arma ofensiva. Sobre todo por el hecho de que podía utilizar estas pequeñas deceleraciones y posteriores arrancadas de forma repetida en una misma jugada.

Ese es precisamente el déficit físico al que Doncic está teniendo que enfrentarse. Las secuencias en las que el esloveno encadena varios cambios de ritmo y dirección suponen un desgaste que Luka de momento puede asumir en su actual estado. Lo cual le lleva a asumir tiros en peores posiciones para evitar el impacto energético. Aunque Luka nunca ha sido un adalid de la canasta fácil, normalmente sí lograba levantar sus tiros, bombitas y bandejas con su defensor o defensores desequilibrados. Algo difícil de ver este curso.

Como consecuencia, colapsa menos la zona para liberar a compañeros, consigue menos tiros bajo el aro y su dato de tiros libres es el peor de su carrera. Tanto en intentos como en aciertos. Del trabajo mental que le queda por hacer ahí y en su relación con los árbitros hablaremos otro día.

Rodeado de miseria

Luka podría seguir encontrando a compañeros abiertos con sus pases aunque apagasen las luces del pabellón. Su prematuro conocimiento del juego y la capacidad de ejecutar lo que tiene en la cabeza es el mayor don que los dioses del baloncesto le han otorgado. Pero no está logrando generar tanto tiempo para sus compañeros como en temporadas anteriores, y el acierto exterior se ha caído estrepitosamente.

Hace dos años, Dallas fue uno de los ataques más eficientes en la historia de la NBA y en la 2020-21 logró meterse entre los diez mejores de la liga a pesar de su mal inicio de campaña. En esa 20-21 los Mavs lanzaron 38,1 triples por partido (6º) anotando un 36,2% de los mismos (18º). Esta campaña ejecutan 37,1 (9º) con un 33% de acierto (25%). Dallas sigue generando tiros muy abiertos a ritmo de élite, pero el 37% de triples anotados con el defensor a 2 metros o más es el octavo peor dato de la liga. Lo cual deviene en una pobreza espacial que entorpece cualquier aventura hacia el interior del perímetro.

Todos sus principales tiradores han empeorado sus cifras y el 30% de Reggie Bullock queda a años luz del 40% en el triple que protagonizó el año pasado en Nueva York. Especialmente sangrantes son el 28,8% de Porzingis o el 32,9 de Hardaway Jr., quien ya ni siquiera es la tercera espada en la anotación.

La sangrante falta de acierto general que sufren los Mavs implica que lanzar una doble marca sobre Doncic salga más a cuenta que nunca. Acorde a los datos de NBA CourtOptix El esloveno recibe un total de 17 de estas ayudas por partidas, segundo dato más alto de la liga solo por detrás de Shai Gilgeous-Alexander (17,7). Este curso Dallas convierte 1,04 puntos cada vez que el equipo rival lanza este tipo de defensa sobre Luka, mientras que el año pasado anotaba 1,19. Una vez más, la pescadilla que se muerde la cola.

Un rayo de esperanza en forma de Jalen Brunson

Desde hace un par de temporadas en Dallas es un clamor la necesidad de acompañar a Luka de otro manejador que pueda aliviar al esloveno de cierta carga creativa. Se intentó con Josh Richardson y no funcionó en absoluto. Tantearon a Kyle Lowry en el mercado de traspasos y agentes libres. Existen rumores alrededor de Goran Dragic desde hace meses. Y la solución parece haber surgido en casa.

Ante la reciente ausencia de Luka, Jalen Brunson se ha convertido en el base a tiempo completo de estos Mavs. Ya el año pasado desarrolló una verticalidad y agresividad que le servían a Dallas como atajo a la anotación, pero este curso se ha terminado de perfilar como un facilitador más que eficaz. Sus números sin Doncic han aumentado hasta los 21 puntos, 7,4 asistencias por partido con porcentajes por encima del 51 en tiros de campo y el 37 en el triple.

De momento, el regreso del jugador franquicia ha provocado que Kidd comience a experimentar. Su plan es mantener a al menos uno de los dos en pista durante todo el partido, haciéndoles coincidir en inicios y cierres. Ahora bien, lo interesante va a ser ver hasta qué punto Brunson es capaz de sostener este nivel compartiendo cancha con Luka.

Por lo pronto, y solo son dos partidos, se le nota algo incómodo teniendo que compartir responsabilidades otra vez, pero ya ha demostrado ser un gran manejador secundario. Dado su rendimiento reciente, resulta indispensable que Kidd apueste más que cualquier otra cosa por construir sinergias entre sus dos jugadores exteriores. Quizás la gerencia también tome buena nota de ello.

El gran problema es que el bajón de Luka pone de manifiesto la mediocridad que le rodea. Poco importan los estados de forma para convenir que el grupo no tiene la capacidad de dar el salto de calidad que se pedía tras caer eliminados de nuevo contra Los Angeles Clippers. Sin embargo, dado el bajón que han sufrido más de la mitad de equipos del Oeste, una mejora de Doncic a tiempo les podría poner en posición de ganar su primera ronda de playoffs desde 2010, año en que fueron campeones. El techo del equipo es el que es, pero Luka ha elegido el momento más inoportuno para protagonizar el primer gran bache individual de su carrera. La suerte ha querido que aún esté a tiempo de enmendarlo.

(Fotografía de portada de Jonathan Bachman/Getty Images)

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