El flujo de billetes en la NBA: historias de cobrar sin jugar y otras millonadas 

Si de algo puede presumir la NBA es de ser una competición cumplidora al 100% en lo que a los pagos de los contratos se ...

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Por Mariano Galindo

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Si de algo puede presumir la NBA es de ser una competición cumplidora al 100% en lo que a los pagos de los contratos se refiere. Este compromiso no sólo se extiende a los jugadores que están en liza con una franquicia, sino que cubre todos los casos, incluso se habitas a miles de millas de la oficina donde rubricaste aquel sueño de tu vida. Contrato vigente con dinero garantizado, contrato que se cobra. Siempre.

Lo que sí es diversa es la manera en cómo los contratados reciben ese dinero. Lo más normal es que lo recibas porque formas parte activa de la plantilla de una franquicia. Pero lo más normal no significa lo único. Te puedes haber retirado y seguir cobrando durante años de tu última franquicia o puedes estar en el paro y recibir el contrato más alto que ha visto jamás tu cuenta bancaria. O puedes cobrar de varias franquicias a la vez mientras que sumas dinero jugando para otra diferente. O quizá eres precisamente una de las franquicias que abona sueldos millonarios a jugadores que no han pertenecido ni un día a tu entidad. La magia de la NBA, los negocios, las rondas de Draft, el tope salarial, el libro de nóminas…

Nik Stauskas ama a Indiana

Seguramente les suene la historia. Un día de febrero de 2019, Nik Stauskas, primera ronda del Draft en su tiempo, conoce durante un entrenamiento con los Blazers que va a ser traspasado. El vídeo enseña cómo el tirador recibe la noticia y abandona, cabizbajo, el entrenamiento de Portland. Arranca así una sucesión de traspasos a su costa y su nombre viaja hasta Cleveland, que en dos días le envía a Houston. Al día siguiente, de los Rockets a Indiana. Es 7 de febrero de 2019. El 8 de febrero, con sólo unas horas de pertenencia a la franquicia de los Pacers, Indiana le despide y le paga lo que le resta de contrato para ese año. Un contrato firmado originariamente con los Blazers, por un curso y el mínimo salarial. Indiana tiene que abonarle 538.383 dólares. El 11 de febrero, Nik firma por los Cavs hasta el final de campaña. Y se lleva garantizados otros 540.472 dólares, si bien esta vez sí jugó bastante, dentro de unos Cavaliers sin horizonte para aquel curso.

Tras su fallido paso por el Baskonia y pandemia mediante, Stauskas hizo lo que pudo para seguir en la cuerda de la NBA. Omicron le abrió la puerta a algún contratillo de 10 días con Miami y tras ello, una explosión anotadora con la G League, con un total de 100 puntos en dos partidos consecutivos, llamó la atención de los Celtics. Otros 423.000 dólares hasta el verano y allí, 2,1 millones pendientes de garantizar para la 2022-23. 

Stauskas llega a Boston a completar la rotación, tiene poca presencia, juega algo en las Finales y cierra su etapa allí con el subcampeonato. 

Todo parece indicar que en los Celtics no le van a garantizar ni por asomo los 2,1 millones de dólares pendientes. La fecha límite para tomar una decisión es a primeros de julio. Entonces, aparece de nuevo Indiana. Desde los Pacers envían a Malcolm Brogdon a los Celtics y Boston, para que cuadre la operación salarialmente y se pueda hacer, mete en el paquete de jugadores a Stauskas. Pero no sólo vale con incluirlo, sino que hay que garantizar su contrato antes de enviarlo a Indiana. Cosas de las operaciones de la NBA. Así que en los Celtics le aseguran los 2, 1 millones y lo lanzan a Indiana. De nuevo a Indiana. Los Pacers, ni hablar de Stauskas. A la calle pocos días después del traspaso. Eso sí, pagándole religiosamente los 2.1 millones. Lo hacen mediante la Stretch Provision, lo que supone que esa cantidad se vaya a dividir por tres durante los tres siguientes cursos, a razón de 702.000 dólares anuales hasta el final de la 2024-25. Indiana libera espacio salarial con esta medida y Stauskas en total, sólo de los Pacers, va a recibir más de 2,5 millones de dólares. Sin haber vestido ni un segundo la camiseta de la entidad en sus dos fugaces etapas

En paro a finales de 2022, aseguró que no tenía prisa para encontrar acomodo. Normal. No hay urgencias porque paga Indiana.

David Nwaba: en el paro con el contrato más alto de su vida

Nwaba arrancó el curso 2022-23 sin equipo. El suyo es el ejemplo de un picapedrero de la NBA, con inicios en una universidad menor (en el universo JUCO, para ser más exactos, aunque completó su formación en la NCAA en Cal Poly), ofertas para ser profesional en Europa por 700 dólares al mes y una larga travesía hasta asentarse, más o menos, en la mejor liga del mundo. 

Casi siempre con contratos por el mínimo, desde que unos Lakers sin objetivos le abrieran las puertas a finales del curso 2016-17, Nwaba supo pasar por los Bulls, por los Cavaliers, por los Nets –terrible lesión mediante– y por los Rockets. Siempre con buenas prestaciones. 

Su momento de empezar a ganar dinero de verdad (en el contexto NBA) llegó en el verano de 2021, cuando los Rockets le extendieron un acuerdo de renovación por tres cursos y 15 millones de dólares, 9,6 de ellos garantizados. A finales de septiembre de 2022 era, sin embargo, enviado por Houston a los Thunder en uno de esos traspasos que incluyen jugadores, rondas de Draft y demás familia. 

Lo que en un inicio parecía que iba a ser otro destino más para el natural de Los Angeles, puesto que jugó cinco encuentros de pretemporada con OKC, terminó el 17 de octubre con su despido. Y ese corte llegó unido a los finiquitos sellados Marquese Chriss y Trey Burke, que habían viajado desde Houston con Nwaba en el mencionado traspaso a los Thunder del 30 de septiembre. La plantilla era de 18 jugadores con contrato estándar tras la llegada de Isaiah Joe y había que hacer tres movimientos. Todos los despedidos dejaban tras de sí dinero garantizado para cobrar durante la 2022-23. El que más, Nwaba y sus 5 millones de dólares totalmente asegurados. 

Quizá triste en su despido, Nwaba se puedo consolar no sólo por el hecho de tener todo el curso deportivo cubierto de pago, sino porque precisamente en la primera temporada de muchas en las que él no formaba parte de ninguna franquicia, sus emolumentos anuales iban a ser los más altos que había percibido jamás. Porque se ha dado la paradoja de que el curso 2022-23 le dará al de Cal Poly esos 5 millones de dólares, algo que su cuenta bancaria no había conocido hasta entonces. Que cobres más que nunca cuando precisamente no juegas para ese equipo que te paga es una de los curiosos guiños que tiene el mundo de la NBA y sus acuerdos. Seguro que para Nwaba, que se enroló en los Motor Cruise, el vinculado de los Pistons en la G League, para el Showcase de Las Vegas — y sigue en el roster de esta formación —esas circunstancias de la vida son totalmente bienvenidas. La prisa por buscar un nuevo acomodo al menos no llegará desde el punto de vista económico. Otra cuestión será que no te llamen y te acabes de salir de la rueda. Porque cuando en la NBA se empiezan a olvidar de ti…

Troy Williams: en Taiwán con Dwight Howard y a sueldo de los Rockets

Para el natural de Virginia, los Rockets son algo familiar cada año. Más bien, sus cheques. Este alero, con tres años de experiencia y apenas 70 partidos en la NBA, jugaba en la liga de Taiwán y compartía equipo con Dwight Howard cuando ‘Superman’ aterrizó en el país asiático en otoño con mucha pompa y unos números monstruosos. 

Menos mediático, Williams, en su discreto paso por la NBA,  ha servido a los Knicks, a los Kings, a los Grizzlies y a los Rockets. Pero que haya sido un jugador del montón no le ha impedido beneficiarse de lo que a buena cuenta él y su agente firmaron un día de julio de 2017: tres años con Houston, algo de dinero garantizado tras jugar la recta final de la 2016-17, playoffs incluidos, con los texanos, y convencer a la franquicia de que era una pieza potable. Sin embargo, su aventura acabó en febrero de 2018. Era cortado tras sólo cuatro partidos ese curso y unos números olvidables. Consiguió reengancharse a los Knicks y todavía en la 2018-19 hizo algo en Sacramento. 

Mientras eso sucedía, Houston pagaba su parte. De aquella firma de 2017 quedaba un dinero por abonar, también a través de la Stretch Provision. Así que Williams hizo su vida, peleó sin suerte por mantenerse en la NBA – aunque al menos aseguró las tres temporadas como jugador, lo mínimo para acceder a una futura pensión -, trabajó en Italia y llegó en 2021 a Taiwán. En paralelo a aquel viaje deportivo y vital, y desde la 2018-19, los Rockets le pagan anualmente 122.741 dólares. Dinero debido, dinero pagado. Los ingresos en cuenta terminan con el cierre de la 2022-23. Williams entonces, tras cinco temporadas cobrando para una franquicia con la que no jugó ni 20 partidos oficiales, dejará de tener vinculación laboral con Houston. Mal no le ha ido.

Jugadores de varios pagadores

Fue noticia en noviembre: Kemba Walker firmaba por los Mavericks por el mínimo de veterano un salario no garantizado. Lo que menos le preocupaba a Kemba cuando aterrizó en Dallas era el dinero. Dólares arriba o abajo, él ya tenía la cuenta mensual surtidita, pues está cobrando en la 2022-23 no sólo de los texanos, sino también de los Pistons y de los Thunder. De los primeros, como parte del acuerdo al que llegó para ser despedido tras su traspaso desde los Knicks este verano; despido que se materializó el pasado mes de octubre, vía buyout y que significó la cantidad de 9 millones de dólares para el base, a cobrar íntegros en la 2022-23. 

De los Thunder, 27, 4 millones recibe, también fruto de otro buyout, en el que el jugador incluso perdonó dinero. Esto pertenece al contrato que Walker tenía con Boston, firmado en el Sign and Trade de 2019 con los Hornets: el jugador renovaba con Charlotte por el máximo (140,7 millones de dólares y cuatro cursos) y volaba a Boston. Allí, tras dos cursos, es traspasado a los Thunder, con los que acuerda esa rescisión, de la que todavía recibe casi 30 millones de dólares. Seguro que su despido de Dallas no le ha importado demasiado… al menos en el plano económico.

Otros casos de jugadores con varios pagadores los tenemos en los Clippers, en la figuras de Nicolas Batum y de John Wall. El galo fue cortado por los Hornets en la pretemporada de 2020, que por el COVID-19 tuvo lugar entre noviembre y diciembre. Al acogerse Charlotte a la Stretch Provision, los casi 27 millones de dólares que le adeudaban se repartieron, y reparten, entre la 2020-21, la 2021-22 y la presente 2022-23. Batum pasó a los Clippers, donde ha ido renovando contratos a la vez que ha recibido religiosamente los 9 millones de dólares anuales de Charlotte. Este verano sellaba su continuidad con los angelinos por dos campañas y 22,5 millones de dólares. Con 10,8 millones para la presente y los 8,8 millones de dólares que ingresa de los Hornets, Batum se ha podido concentrar del todo en reconducir su carrera. La paz de que no te apriete el zapato.

Su compañero John Wall también sabe lo que es disponer de dobles salarios. Traspasado por los Wizards de su vida a los Rockets en la antesala de la 2020-21, el base acarreaba consigo un contrato que amenazaba con convertirse en tóxico, sobre todo por el historial reciente de lesiones que presentaba el libro de servicios del director de juego. En los Rockets apañó el curso 2020-21 y se pasó entero el 2021-22 sentadito, sin jugar. Lo que no le impidió ejercer su derecho a la Player Option y comprometer a los Rockets, que tenían un jugador al que ya no estaban dispuestos a usar para la 2022-23 con una nómina de 47,3 millones. Pocos días después y antes de acabar junio, Houston se quitó el muerto de encima y estableció pagar 40,8 millones de los 47,3 millones fijados. Acuerdo con buyout, Wall se dejaba unos millones por el camino… que automáticamente recuperaba cuando al inicio de julio firmaba con los Clippers y 6,4 millones de dólares, los mismos que perdonó a Houston. Los 47,3 millones, aunque con dos pagadores, siguen intactos.

Didi Louzada: vida solucionada hasta la siguiente década

Número 35 del Draft de 2019, 12 partidos en la NBA, 1 de titular, dos franquicias y media vida resuelta. Con ustedes, Didi Louzada, jugador brasileño que a nada que cuide sus finanzas no se va a tener que preocupar de nada hasta 2029. O quizá nunca más.

Formado en su país natal, el joven de 23 años ha sabido lo que firmar y, con el horizonte económico despejado, tiene margen para trabajar su regreso a la NBA, que prepara desde los Canton Charge, el afiliado de los Cavaliers en la G League. 

Salió de Brasil en 2019 para competir dos años en la NBL de Australia, con los Sidney Kings. Su momento NBA llegó en la primavera de 2021, cuando NOLA hizo suyos los derechos adquiridos vía traspaso con los Hawks tras el comentado Draft de 2019. Expirada la 2020-21, NOLA le firma en ese periodo estival un contrato de cuatro años y 7,6 millones, 3,6 de ellos garantizados. Y aquí es donde el porvenir de Didi se aclara, a largo plazo. Algo le verían en New Orleans para sujetarle con ese dinero tras solo disputar tres partidos con ellos, pero estas cosas pasan y pasan en la NBA. A veces el dinero sobra, hay que gastarlo. Como fuera, todo se estropea en los Pelicans. Quizá influyó la suspensión que recayó sobre el jugador por tomar testosterona y otras sustancias prohibidas. Era noviembre de 2021 y a Louzada le caen 25 partidos y 406.000 dólares de multa; esto es, lo que deja de ganar por estar fuera todos esos encuentros. 

NOLA resuelve el entuerto y en el viaje de C.J. McCollum a los Pelicans, en quizá el traspaso más interesante del mercado de invierno de 2022, Louzada aterriza en unos Blazers en compás de espera sobre qué hacer con su rumbo como franquicia. El sudamericano juega algo, los últimos 7 duelos de la campaña, y precisamente debuta ante NOLA. Tiene carga de minutos aunque no le sirve para quedarse en Oregón. Los Blazers le despiden en agosto, pero hay casi 2 millones de dólares (1,87) garantizados que hay que resolver. Así que Portland se acoge a la famosa Stretch Provision y difiere el pago de esa cantidad en la siguientes 7 temporadas. Las cuentas, 268.031 dólares desde la 2022-23 hasta el final de la 2028-29. Como al brasileño le restaban tres cursos de contrato, esa duración sirve para extender el pago del dinero garantizado y aplicar la fórmula de 3×2+1, que son los años restantes, por el doble más un curso. Así funciona la Stretch Provision y así la disfruta Louzada.

(Fotografía de Jonathan Bachman/Getty Images)

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