Imaginemos el siguiente hipotético: un equipo concluye la temporada regular con el mejor récord de la NBA y con su jugador estrella desplegando un baloncesto excepcional. Ese mismo equipo es eliminado por el 8º de su conferencia en primera ronda de playoffs, con dicha estrella rindiendo a un nivel por debajo de lo esperado. No conforme, dicho conjunto revelación sigue firme en su andadura, y contra todo pronóstico se planta en las Finales de la NBA dejando un rastro de contenders por el camino tras un descomunal espectáculo de resiliencia, clutch y sabér táctico. A ello sumamos un dato de lo más curioso: de ese plantel finalista, ninguno de sus miembros aparece en alguno de los tres All-NBA Teams que se han concedido apenas un mes antes. Ni uno sólo.
Con algunos asteriscos, este guión podría alinearse con lo que estamos viviendo a día de hoy, y acertáis al deducir que este ejemplo responde más que menos a Milwaukee Bucks y Miami Heat, siendo la malograda estrella que incumple las expectativas su señoría, Giannis Antetokounmpo.
Obviamente, me reitero, hay matices. Como que el griego arrastró una lesión que le impidió participar en dos de los cinco encuentros e incapaz de ofrecernos su versión premium en los que sí estuvo. O que si Miami se clasifica para las Finales (pinta bien) y sea cual sea el posterior desenlace –ganen o pierdan, da lo mismo– sí contará en sus filas con un jugador reconocido en un All-NBA Team de 2023, ya que Jimmy Butler figura, concretamente, en el segundo quinteto.
No obstante, una de las metas de este artículo es ahondar en las inexorables dinámicas hacia las que se encamina la competición: no importa cuántos obstáculos trate de imponer Adam Silver para evitar el load management con jugadores importantes borrándose de los partidos y trivializando así el producto en sus primeros seis meses de circuito. Las grandes estrellas lo tienen claro: mayor descanso supone carreras más largas, mayores ingresos y mayores oportunidades de anillo fruto de llegar más descansados y con un menor riesgo de lesión a playoffs.
Además de negarse a reducir la agenda total de 82 partidos –la pela es la pela–, la Liga terminó de hacerse el hara-kiri en su política sindical contra la autogestión del calendario al instaurar de forma definitiva los play-in, pues de repente disputar los playoffs se convertía en algo mucho más asequible, más barato y desde luego menos exigente. Basta con quedar décimo y luego sacar los tanques y vencer dos partidos clave para estar en las eliminatorias, donde luego la cosa, en pleno overbooking de planteles competitivos, está mucho más pareja de lo que pueda hacer creer el orden en la clasificación. Heat y Lakers como vivos ejemplos de ello.
Y luego está la tercera pata de la silla… y también la cuarta, ¡qué demonios! Porque el dinero manda. Nos referimos, ni más ni menos, a esos golosos bonus por objetivos que se han ido fijando en los últimos convenios colectivos y que las franquicias ya no son tan libres de alterar a discreción. Hablo en concreto del ‘Designated Player Extension‘, coloquialmente conocido como el supermáximo.
Lluvia de billetes
El convenio de 2017, en esta materia en especial, supuso toda una revolución, sentando las bases de los conocidos como ‘Generally Recognized League Honors’, esto es, la alfombra roja de los premios individuales. A saber: el MVP, el Defensive Player of the Year y los All-NBA Team.
Dichos premios, para que sean de utilidad en la negociación del contrato, deben estar bastante frescos, casi en vigor, en el currículum del jugador. Así, quien aspire a una extensión por el supermáximo (hasta el 30% del salary cap para jugadores que recién terminan su escala de novatos, y del 35% para veteranos con más de siete años en la Liga, sumado a un incremento del 8% anual), debe cumplir al menos uno de los siguientes parámetros:
- Haber sido nombrado para un All-NBA Team en la temporada anterior, o en dos ocasiones de las últimas tres.
- Haber sido nombrado Defensive Player of the Year en la temporada anterior, o en dos ocasiones de las últimas tres.
- Haber sido nombrado MVP al menos una vez en las tres últimas.
En este curso 2022-23 hemos tenido un total de 11 jugadores bajo el paraguas del supermáximo, algunos en sus últimos coletazos y otros que lo acaban casi de estrenar.
Jugador | Año de la firma | Reconocimientos | Contrato |
---|---|---|---|
Giannis Antetokounmpo | 2020-21 | 2x MVP (2019, 2020), 2020 DPOY, 2020 All-NBA First Team | 5 años, 228,2 M |
Stephen Curry | 2021-22 | 2021 All-NBA First Team | 4 años, 215,4 M |
Luka Doncic | 2021-22 | 2x All-NBA First Team (2020, 2021) | 5 años, 21,.3 M |
Joel Embiid | 2021-22 | 2021 All-NBA Second Team | 4 años, 195,9 M |
Rudy Gobert | 2020-21 | 2x DPOY (2018, 2019), 2020 All-NBA Third Team | 5 años, 205,0 M |
James Harden | 2017-18 | 2017 All-NBA First Team | 4 años, 169,2 M |
Damian Lillard | 2019-20 | 2019 All-NBA Second Team | 4 años, 176,3 M |
John Wall | 2017-18 | 2017 All-NBA Third Team | 4 años, 171,1 M |
Russell Westbrook | 2017-18 | 2017 MVP, 2017 All-NBA First Team | 5 años, 205,6 M |
Esta lista, por supuesto, no parará de engordar en los próximos años (Towns, Boker, Young…), con Nikola Jokic como nuevo rey de la jungla y su contrato de 264 millones en 5 años (récord histórico) recibiendo luz verde en la 2023/24.
Aún así, seguiréis echando en falta en esta lista leyendas en activo como Durant o LeBron, ya que el supermáximo también exige razón de fidelidad, algo que no casa con ellos y su impaciencia competitiva.
Luego, al margen de los supermáximos, las franquicias también pueden negociar otra serie de cheques no tan opulentos pero que sirven de incentivos para que un jugador entregue lo mejor de sí. Los hay de todo tipo: mínimo de partidos jugados, mínimo de minutos, titularidades, victorias, porcentajes de acierto en el tiro… pero la reina de las pagas extra es la que responde a ser nominado para disputar el All-Star Game. Así, entre los que firmaron estas cláusulas, este año encontramos a:
- Julius Randle: 1,8 millones por ser reserva en el All-Star.
- Jaylen Brown: 1,5 millones por ser reserva en el All-Star.
- Domantas Sabonis: 1,3 millones por ser reserva en el All-Star.
- Jrue Holiday: 324.000 dólares por ser reserva en el All-Star.
Regular season rules
Y aquí arrancan los sinsentidos. Si hablamos de dinero hagámoslo de veras. El All-Star supone un homenaje directo a lo que el jugador ha demostrado de octubre a febrero. Es decir, se premia el rendimiento hasta el ecuador de la RS, con un plus contractual que puede rondar, en el mejor de los casos, los 2 millones de dólares.
Comparado con los 25-30 millones que implica el supermáximo, lo de antes queda reducido a una simpática propina. Llamativo que haya tanta diferencia cuando el All-NBA sólo lo ‘reparten’ tras el segundo ecuador, tres meses después. O lo que es lo mismo, antes del comienzo de los playoffs.
Uno pensaría que si para el fallo del All-Star tu puesto aparente en la clasificación es algo secundario, con los All-NBA Teams desde luego que no. Ahí, con todo resuelto, debe primar el primer gran objetivo que no es sino meter a tu equipo en postemporada, ¿cierto?
Pues no hace falta ni irnos a los tres All-NBA Teams de este año. Basta con recordar el primero:
- All-NBA First Team: Luka Doncic, Shai Gilgeous-Alexander, Jayson Tatum, Giannis Antetokounmpo, Joel Embiid.
Shai, a pesar de su temporadón en lo numérico, no consiguió meter a los suyos en playoffs. Luka ni en play-in. Dame Lillard, (3º Quinteto) por su parte, ha visto cómo sus Blazers quedaban antepenúltimos del Oeste, con sólo 33 victorias.
Un All-NBA, a diferencia de un All-Star, donde se premia el aspecto individual, exuda (o debería exudar) un aroma distinto. Una fragancia similar a la de un MVP de la temporada o un MVP de las Finales: donde no solo el lucimiento personal sino una dosis ponderada de éxito colectivo, cuenta. Sólo una vez en la historia se ha visto ganar el MVP a un jugador cuyo equipo no disputó los playoffs: Kareem Abdul-Jabbar, en 1976. La excepción que valida la regla.
Con los All-NBA la depreciación que sufrimos es total. Los play-in nacían, a su manera, como el lazo último con el que aupar a esa franquicia en tierra de nadie, y que por talento (justito) o azar (conferencia ultracompetitiva, mala suerte con las lesiones…) no le había alcanzado para asentarse entre los seis primeros. No aprovechar este mulligan, vemos, no afecta a tus opciones de ser All-NBA; una baza increíble malgastada por la Liga en su (supuesto) esfuerzo por combatir el tanking.
Otro hipotético
Porque… ¿qué ocurriría si, al igual que el MVP de las Finales (el cual, por cierto, no computa para el supermáximo… otro disparate), los All-NBA se votasen una vez conocido el campeón y se tuviera en cuenta lo acaecido en todas las rondas de playoffs? A mi modo de ver, varias cosas y todas buenas:
- Aumentaría el prestigio de aparecer en dichos quintetos.
- Las grandes estrellas se dejarían la piel por entrar en playoffs, conscientes de que un señor bonus de 25-30 millones puede depender de ello.
- El dispendio absoluto que implica el supermáximo (un 35% del presupuesto) cobraría valor real, al gastarlo no sólo en un jugador de calibre All-Star, sino en uno capaz de meterte en la pelea por el título.
- Fuerza a los general managers a confeccionar mejores plantillas y reducir los tiempos de reconstrucción si no quieren tener descontentas a sus estrellas, con el riesgo intrínseco de perderlas el día de la renovación.
- No se discriminaría a los ‘playoffs players’.
Y en este último punto, el de la categoría de ‘playoffs players’ que he inventado para la ocasión, es en el que nos vamos a detener para el razonamiento que considero más importante.
Viejas glorias y otros ‘playoffs players‘
Más que le pese a Adam Silver y por más trampas al load managament que improvise, el número de viejas glorias en activo va en aumento. Pero a diferencia de los pensionistas, estos no han finiquitado su época de productividad.
Son viejas glorias porque efectivamente son ‘viejas’ pero aún siguen siendo ‘glorias’. Me refiero a los nuevos estándares que encarnan James Harden o LeBron James, al que aspiraba Chris Paul o el que personificó en su momento Ray Allen.
Ese perfil de atleta que se adentra en los +35 con talento a espuertas y piernas bastantes para inclinar el tablero en playoffs pero insuficientes para soportar el largo desgaste del curso regular –apurando la cifra mágica de los 65 partidos– y con el reloj de juego mucho más medido (ajeno a minutadas). Eligen, por presión biológica, sacrificar el brilli brilli en regular season, aún a riesgo de perderse también el All Star, a cambio de aterrizar en playoffs en un punto óptimo de forma.
En estas Finales de Conferencia tenemos, o hemos tenido, hasta tres jugadores que han sido extremadamente vitales para con sus equipos. Líderes en su cruzada hasta casi acariciar el anillo. Ninguno ha sido All-NBA y dos de ellos ni siquiera All-Star.
Son Bam Adebayo, Anthony Davis y Jamal Murray. Y a ellos sumaría un cuarto elemento que se quedó a un partido de las Finales del Este: James Harden. De estos cuatro, sólo el pívot de los Heat ha jugado el partido de las estrellas en este 2023.
Y ojo, lo del All-Star me parece fenomenal, ninguna pega.
Harden
Por su desempeño hasta el 10 de febrero, quizás ninguno de los de arriba lo merecía más que el resto de nominados. Ya fuese por lesión, por contemporización o por la férrea competencia en su zona del tablero. Y es quizás precisamente eso, que Harden no forzase, descargando el peso de la RS en cuerpos más jóvenes como el de Joel Embiid o Tyrese Maxey, lo que le ha permitido exhibir mucho de su básquet fetén en playoffs. A pesar de un final agridulce, con dos partidos horrendos ante Boston, La Barba nos ha regalado tramos de auténtico MVP y de ese guard diferencial por quien vale la pena pagar más de 30 millones la temporada. Ese capaz, llegada la hora de la verdad y por quien las franquicias hipotecan hasta su perro en la FA, de poner a bailar a la mitad de los All-Star en un 1vs1 con el parquet en aclarado y las gradas en pie.
Davis
Anthony Davis ha promediado 22,6 puntos 14,1 rebotes y 3,1 tapones en estos playoffs con los Lakers. Se ha vestido de bombero la semana del incendio, haciendo olvidar a los estaban arriba en los simulacros: hizo un muñeco de trapo con Jaren Jackson Jr. y destrozó sin miramientos la pintura de los Warriors, dándole la batalla a Jokic hasta el cierre a pesar del tan veleidoso 4-0 final.
Murray
Jamal Murray. Toda su temporada ha sido una operación detox, un calentamiento maratoniano en aras de la traca final. El Murray de la burbuja de Orlando, señores, ha vuelto. Sus 20 puntos de la RS han mutado en los 27,7 de playoffs, dando un salto también en categorías clave como el rebote, los robos y eficiencia en el tiro. Contra los Lakers se ha vuelto loco, anotando más de 30 puntos en tres de los cuatro enfrentamientos, haciendo que todo ajuste ingenioso o desesperado de David Harm, cómo mandar a D’Lo con los suplentes, quedase en un algo fútil.
23 POINTS IN THE FOURTH‼️
— ESPN (@espn) May 19, 2023
JAMAL MURRAY WENT OFF ? pic.twitter.com/9gmhSXgAcq
Adebayo
Y por último Bam Adebayo, el único de los cuatro que viene de ser All-Star pero que ha pegado tremendo upgrade en las eliminatorias, no tanto en lo numérico sino en situaciones clave de impacto, y en especial ante el rival más duro de todos en la pintura, los Celtics de Al Horford y Robert Williams, hilando en sus tres triunfos hasta la fecha unos plus/minus de +18, +14 y +30.
De darse lo más probable, unas Finales Nuggets – Heat, ni Adebayo ni tampoco Murray (ni Aaron Gordon, por poner otro ejemplo) podrán ser recordados en esos quintetos que a priori reflejan lo mejorcito del año pero que a su vez obvia aquello por lo que se supone existe el draft, la agencia libre, los límites salariales, las excepciones, los derechos bird, el mercado de invierno y otras quinientas parafernalias de código interno: armar una plantilla apta para ganar el campeonato.
Y la guinda económica: el bonus de 25-30 millones al que ninguno de este tipo de jugadores – los ‘playoffs players’– ni tampoco el MVP de las Finales (lo siento, Iggy) podrán optar si previamente no han hecho sus números en temporada regular.
Los All-NBA: una eyaculación precoz a coste de talonario.
Un desborde de placer a destiempo donde Damian Lillard y Julius Randle sí, pero Jamal Murray y Bam Adebayo no.
(Fotografía de portada de Elsa/Getty Images)