¿Realmente se quiere justicia?

Conmoción. Repulsa. Impotencia. Rabia. Asco.  Son sentimientos que emanan del pecho cuando aparecen casos como el de Kevin Porter Jr. Esta vez agravados por las ...

Foto del autor

Por David Sánchez

Publicado el

Conmoción. Repulsa. Impotencia. Rabia. Asco. 

Son sentimientos que emanan del pecho cuando aparecen casos como el de Kevin Porter Jr. Esta vez agravados por las crudas anotaciones que la fiscalía recoge en su informe sobre el caso. Las autoridades explican que el agresor “no dejó de golpear a Kysre Gondrezick (pareja del jugador y actual agente libre en la WNBA pero antes jugadora en Indiana Fever y Chicago Sky) hasta que esta logró escapar al pasillo ensangrentada”. La víctima acudió a denunciar con un severo corte en la zona superior a su ojo derecho y fuertes dolores en el cuello a causa de una fractura de vértebra. 

Sentimientos que, por salir directamente de las vísceras, tienen fecha de caducidad. Ya lo dice cualquier manual de psicología, cuanto más fuerte una emoción, más efímera. Y precisamente ahí está la responsabilidad del deporte de masas en primer lugar y de los que informamos de este en segundo. En deglutir la inmediatez y poner de relieve los conceptos que aquí deberían prevalecer: justicia y responsabilidad. 

Ante este tipo de sucesos siempre aparece una buena cantidad de personas que ondean la bandera de la presunción de inocencia. Que merecerían todo el respeto del mundo si luego no fuesen los mismos que callan cuando se prueban los hechos o que piden remiendo a los daños causados cuando el agresor sale de los juzgados con el acostumbrado ‘no culpable’. De momento, Porter vuelve a estar en la calle tras pagar 75.000 dólares de fianza para no pisar el calabozo. A bote pronto, no parece muy empeñado en demostrar su inocencia.

De momento, los Rockets han filtrado el inicio de una investigación y la búsqueda de una salida para el que todavía es su jugador. Claro, no están dispuestos a perder dinero rescindiendo su contrato así como así. Qué esperar de una franquicia que aprovechó los problemas extradeportivos del propio Porter para adquirirlo a precio de ganga en 2021 y que hace unos meses daba el paso de devolver a Ime Udoka a la rueda de la liga. 

Hace algo más de un año, vivíamos un episodio muy similar con Miles Bridges. Que tuvo el calado esperado en la prensa nacional estadounidense y que, por cómo se desarrolló el proceso judicial con respecto al episodio de violencia doméstica que perpetró sobre su pareja ante los ojos de su hijo, mantuvo la relevancia mediática hasta el Media Day de los Charlotte Hornets. Uno a uno, todos los jugadores despacharon las preguntas de los periodistas sobre el tema. Guardaron silencio en vistas de la resolución del jurado, aunque algún “es nuestro hermano” si se balbuceó en aquellas ruedas de prensa. 

Mientras, los Hornets jugueteaban con su oferta cualificada a la espera de que el temporal amainase y, tras renunciar a esta de forma mutua, volvieron a activarla el pasado 28 de junio al conocer las sanciones que la NBA imponía al jugador después de ser sentenciado con tres años de libertad condicional. Por su parte, la liga le ha sancionado con 30 partidos de los que juzga que ha cumplido 20. El propio Bridges decidió dar una rueda de prensa pidiendo perdón por sus actos tanto a los aficionados como a su propia familia. 

No soy quién para poner en duda el sistema de justicia de ninguna nación, a priori, desarrollada. Pero sería negligente no apuntar a la evidencia de que la ley funciona de forma diferente con respecto a los recursos económicos y mediáticos del acusado. Por eso la NBA y cualquier liga deportiva tiene la capacidad de rearbitrar los casos lejos de la vía penal y circunscribiéndose a sus normas internas. 

En lo que a Miles Bridges concierne, él mismo ha sido tan contundente que no ha dejado lugar a que terceros pongan paños calientes al asunto. No ha ocurrido lo mismo con los casos que ha vivido el fútbol recientemente. En los últimos meses, Benjamin Mendy y Mason Greenwood, exjugadores de Manchester City y United respectivamente, han sido declarados no culpables por episodios similares. 

El francés estaba acusado de ocho violaciones, estuvo en la cárcel y ha estado cuatro años sin jugar un partido. El inglés se enfrentaba a una acusación por maltrato a su novia. Al salir, el primero recibió centenares de mensajes de apoyo, entre los que se encontraba el de una figura tan colosal como la de Vinicius Jr.: “¿Qué se hará para reparar el daño?”. En el caso de Greenwood, después de que el United decidiera rescindir su contrato, fue arropado como un héroe por su nueva afición: la del Getafe CF. 

Las cosas están cambiando. La impunidad se acaba. Y el jugador, que se siente atacado, precisa defender a sus semejantes. Sólo por si las moscas. Que se cumpla la justicia es secundario, lo principal es que quienes se sienten inmunes no vean peligrar ese estatus. 

De aquellos que piden que se preste atención a los detalles de cada caso para salvaguardar la presunción de inocencia, cabría esperar que dejen de hacerse trampas al solitario. Que si tan versado se pretende estar en esto de la justicia, corre prisa en aprender a distinguir entre ‘no culpable’ e inocente. Que lo segundo define un veredicto en el que hay pruebas fehacientes de inocencia y que lo primero muchas veces tiene que ver con comprar el silencio de las víctimas o lograr un trato de favor por la posición mediática del deportista en cuestión. Bien lo sabía Kobe Bryant. 

De hecho, no sería la primera vez que Kevin Porter Jr. regatease la vía penal después de un episodio de violencia, ya que fue acusado de agredir con un puñetazo a una mujer en noviembre de 2020. Finalmente, el asunto no pasó por tribunales porque Porter y su presunta víctima llegaron a un acuerdo del que se desconocen los detalles. Poco después protagonizaría un episodio de histeria en el vestuario de los Cavaliers, que se lo quitaron de encima en cuanto les fue posible. 

El talento y jerarquía del base de Houston en la NBA seguramente no vayan a ser suficiente para lograr el indulto deportivo. Más si cabe teniendo en cuenta la reincidencia de un chico que nunca logró enderezar del todo el camino desde el asesinato de su padre. Pero su bolsillo ya se encargará de procurarle un buen respaldo legal sin que tengan que aparecer las oscuras golondrinas quitando hierro a sus actos. A veces es más sensato permanecer callado y parecer cómplice que hablar y demostrarlo. 

(Fotografía de portada de Carmen Mandato/Getty Images)

TE PUEDE INTERESAR