Se dice que el periodista nunca debe de ser noticia, pero es inevitable que la retirada de una figura como Adrian Wojnarowski no cope la discusión general de la esfera deportiva. Pasadas las horas desde su adiós a la profesión de informador, de la que escapa para ser General Manager en St. Bonaventure, la que fuese su universidad, resulta igual de ineludible la reflexión sobre el legado que deja en la industria de los medios deportivos.
Pero, antes de entrar en el impacto que ha supuesto su figura, especialmente en la última década, resulta interesante recuperar todo lo que vino antes del fenómeno Woj Bomb. Más que nada por el contraste con la que es la etapa más reconocible de su carrera. Tras salir de la mencionada St. Bonaventure en 1991, el primer trabajo de Woj en la prensa deportiva llegó como columnista de The Record, un periódico local de New Jersey. Sí, columnista, un rol ligado al análisis por defecto y gracias al cual dio el salto a ESPN a finales del siglo pasado para ser articulista. De nuevo, textos que no tenían la extensión por bandera, pero que sí aludían a un carácter reposado que su carrera terminaría desdeñando.
Yahoo! Sports lo ficha en 2006, y es ahí donde todo empieza a cambiar. Es en la web morada en la que comienza a dejar de lado el periodismo de redacción para pasarse al de influencias. Cultivando una cartera de contactos prácticamente infinita en las interioridades de la NBA. Cuesta distinguir hasta qué puntos figuras tan inconmensurables como las de Woj son signo o producto de una era. Lo cierto es que nadie aprovechó y entendió antes la era de la inmediatez que él, haciendo de ella su santo y seña. El Draft de 2011 fue su primera gran noche, anticipando las elecciones de Kyrie Irving, Tristan Thompson o Derrick Williams. Twitter fue su gran arma para transformar su lista de contactos del móvil en un game changer.
Trece años después, nada es igual. A su ejemplo le han ido siguiendo una corriente de periodistas que entienden la profesión en base a anticiparse a la noticia. Shams Charania, quien fuese su precoz pupilo, es solo la muestra más obvia, pero no hay medio que se precie que no tenga su insider a la Woj. Sin embargo, no es ese su único ni mayor legado.
El huevo o la gallina
No es casualidad que la NBA sea la liga estadounidense con mayor impacto en redes sociales. Su modelo de negocio ha mutado para apelar cada vez más al público digital, esquivando los tiempos bajos que viven las televisiones de todo el mundo. Si ESPN, NBC, antes TNT, Amazon y cía pagan 73.000 millones de dólares por la NBA no es por la audiencia que genera el producto en sí, sino por todo lo que lo rodea. Y en ese panorama, nada causa mayor impacto inmediato que una Woj Bomb. Noticias adelantadas instantes antes de hacerse oficiales. Algo ya típico y que, con total seguridad, la liga empezó a promover cuando fue consciente del poder de tener a alguien como Wojnarowski como portavoz oficioso de todo lo que sucedía en las cuatro paredes del chiringuito NBA.
Causa o consecuencia, en realidad da un poco igual, que en esta liga haya tomado más relevancia lo que sucede entre bambalinas que lo que acontece en cancha. No existe otra competición, o al menos yo no la conozco, que se pueda seguir con cierta fidelidad sin ver un solo partido. Bastan un par de highlights y la última hornada de rumores para estar al día. Woj no solía operar con rumores, pero su ejemplo empujó a muchos periodistas a dar filtraciones internas por buenas con la única promesa del impacto y el llegar el primero. Y así, sucede que de diciembre al trade deadline el interés de la competición vive del humo.
Esto se le podrá atribuir en mayor o menor medida a Woj, pues su influencia aquí es en buena parte indirecta. Lo que sí ha creado escuela inequívoca en su caso es el método a través del cual una de sus bombas toma ese cariz. Que no es otro que la servidumbre y el cumplimiento de favores a partes siempre interesadas en la filtración.
Hoy por ti…
Gran parte de los 365 días del año el periodista no hacía otra cosa que cumplir favores. Que si hablar de un jugador de fondo de rotación o un rookie en términos positivos para contentar a su representante. Que si publicar artículos desde la perspectiva de una de las partes. Todo ello con una sutileza cada vez menor y con el fin de que, llegado el día grande, llegase el chivatazo de un gran traspaso, despido o cualquier evento de cierta enjundia. Dejo fuera cualquier apelación o juicio a sus maratonianas jornadas delante de la pantalla de uno o varios dispositivos móviles o con el mismo teléfono pegado a la oreja como una extensión de su ser. Que Gonzalo Vázquez que lo pudo documentar, cuenta que ya era así allá por 2010 y que lo raro era verle con la mirada puesta en el partido.
Es este y no otro el legado de Wojnarowski. El haber convertido, mediante artes de dudoso honor, la bomba informativa en el centro del universo NBA y al trade deadline en las ‘Noches de Reyes’ de la temporada por encima de playoffs, finales y All-Star. La realidad es la que es. Solo queda plantearnos si ha dejado el periodismo mejor de lo que encontró y hasta qué punto su figura es causa o consecuencia de los tiempos que vive. Porque lo que está fuera de debate es que deja la profesión el periodista deportivo más reconocido de Occidente, con todo lo que ello implica.
(Fotografía de portada de @petethamel/Instagram)