Atlanta o cómo construir desde el draft

La temporada de los Atlanta Hawks ha sido una montaña rusa. Un zigzagueante trayecto en el que han contemplado las dos caras de la misma ...

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Por Jacobo León

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La temporada de los Atlanta Hawks ha sido una montaña rusa. Un zigzagueante trayecto en el que han contemplado las dos caras de la misma moneda y sus numerosos matices.

Las ilusionantes incorporaciones realizadas durante la temporada baja de 2020 no se tradujeron en resultados inmediatos. El equipo abordó los primeros compases del mes de marzo en un escenario preocupante: un récord de 14-20 fruto del gran número de lesiones sufridas y la revuelta interna que se estaba produciendo como respuesta a la ruptura con el entrenador Lloyd Pierce.

En esta ocasión, el desembolso realizado –invertido en gran medida alrededor de los contratos de Danilo Gallinari y Bogdan Bogdanovic– no permitía ningún margen de error. El primero en caer fue el propio Pierce después de que Travis Schlenk tomara cartas en el asunto. Obviamente, él era el próximo si el equipo no era capaz de reconducir el rumbo.

La urgencia del momento empujó a Schlenk a optar por la vía menos drástica en plena disputa de la temporada. Nate McMillan tomó las riendas como head coach interino y el equipo despegó. Y de qué manera. Los Hawks protagonizaron una espectacular remontada que los aupó hasta la quinta posición de la Conferencia Este. Ya en playoffs apearon la revolución de los New York Knicks, la fortaleza física de los Philadephia 76ers y pusieron en aprietos a los Milwaukee Bucks. Haber alcanzado las Finales de Conferencia no supone solo un primer gran aviso del gran potencial del equipo sino también una demostración de lo importante que es saber construir un proyecto, tener las ideas bien claras y elegir bien en el draft.

El currículum previo de Schlenk invitaba al optimismo. Antes de tomar las riendas de las oficinas principales de los Hawks en 2017 fue asistente del general manager en Golden State. Su huella se dejó ver en decisiones directas como la selección de Draymond Green en la 35ª posición del draft de 2012.

Ya en Atlanta se propuso replicar este modelo en una franquicia que se sumía de lleno en la reconstrucción después de una década dando guerra pero sin disponer del potencial suficiente para llamar a las puertas de las Finales. En 2017 sumaron su décima aparición consecutiva en playoffs para caer a las primeras de cambio ante Washington. Entonces ya aterrizó en el equipo John Collins aunque con el marrón de contribuir a un equipo que no escaparía del balance negativo.

Algunas de sus primeras decisiones importantes le han perseguido desde entonces para, poco a poco, comenzar a darle la razón. En la edición del draft de 2018 tomó la controvertida resolución de prescindir de Luka Doncic mediante un trade down hasta el pick 5 que se convirtió en Trae Young.

El debate sobre si esta fue o no una buena decisión se mantiene en la actualidad pero, al menos, los recientes resultados obtenidos por los Hawks le dan la razón a Schlenk. No tanto por el intercambio de golpes directo entre Doncic y Young, sino por todo el plan posterior que acompañó a esta selección.

El directivo no priorizó tanto el elegir al mejor jugador disponible sino a aquel que encajara mejor con su planificación y que viniera acompañado de los jugadores idóneos para rodear a la que ha terminado por convertirse en la gran estrella del equipo. Renunciar a un talento llamado a marcar una época en los Mavericks y la NBA a cambio de una estrella, quizá, de una dimensión menor pero con piezas más afines a su juego. El primer escudero aterrizó aquel mismo año: Kevin Huerter, elegido en la 19ª posición.

Aquel traspaso entre Atlanta y Dallas regaló una ronda extra a Schlenk. En concreto, un pick protegido de primera ronda que terminaría por transformarse en Cam Reddish, seleccionado en la décima posición del draft de 2019. Seis posiciones más arriba, los Hawks ya habían elegido a De’Andre Hunter.

Así, el back-court de los Hawks tomaba forma. Young conformaba la piedra angular gracias a su verticalidad, control del balón y un rango de tiro insultante. A su lado, una versatilidad extrema: Reddish y Hunter como pilares defensivos con capacidad para crecer en ambos lados de la cancha. Más anotación y otra vía de creación en la figura del pelirrojo Huerter. Este tridente ha confirmado su potencial a pesar de que las lesiones se han cebado con ellos en mayor o menor medida. Tan solo el compartir las declaraciones de McMillan sobre Reddish ponen de manifiesto la dimensión del young-core: “Me recuerda mucho a Paul George.” No pocas voces se han atrevido ya a erigir a la dupla Hunter-Reddish como un embrión primigenio de la gran dupla que Kawhi Leonard y el propio George componen en Los Angeles.

Completada la labor de recopilar talento en el perímetro –sumado a incorporaciones inteligentes y veteranas como las de Bogdan Bogdanovic, Danilo Gallinari o Lou Williams–, Schlenk focalizó su atención en el juego interior. Clint Capela compuso la primera torre de su muro de contención para, posteriormente, analizar de nuevo lo que le ofrecía la nueva camada procedente del baloncesto universitario.

Siendo el suizo un perfil más clásico centrado en exprimir el pick-and-roll y el rebote, los Hawks situaron su atención sobre Onyeka Okongwu, producto de los Trojans de la Universidad del Sur de California. Sin embargo, una lesión en el pie le impidió comenzar la temporada y la posterior inestabilidad interna no propició una adaptación saludable. Esta llegaría con el ascenso de McMillan y su completa recuperación.

Llegada la hora de la verdad, el técnico no tuvo reparo alguno en proponerle su primer gran desafío: defender a los mejores interiores del rival. Su velocidad y atletismo le permitieron cuajar buenas actuaciones defensivas ante Julius Randle, Joel Embiid e, incluso, Giannis Antetokounmpo antes de su lesión. Con Capela y Okongwu centrados en labores defensivos, John Collins fue el encargado de añadir ese necesario punto de equilibrio y limpiar una reputación que se había emponzoñado durante aquel supuesto incidente con Young. De estar fuera del equipo a erigirse, ahora, como una renovación a tener muy en cuenta.

Posiblemente sea este último apunte el que se erija como el mayor obstáculo de los Hawks. Pero bendito problema. El núcleo formado por Young, Collins, Reddish, Huerter, Okongwu y Hunter no supera los 23 años de edad. Los contratos de Capela, Bogdanovic y Gallinari, tan importantes ahora en prestaciones, cantidad y experiencia, terminarán por extinguirse pero todo apunta a que no habrá sitio para todos los jóvenes en caso de confirmar su desarrollo. Algunos de ellos, como es el caso de Hunter y Reddish, presentan un historial de lesiones a considerar.

Más allá de estas especulaciones y cábalas futuras, lo que ha logrado Schlenk en apenas cuatro años supone una lección de gestión para el resto de la NBA. La fórmula, como se mencionó antes, no es nueva pues ya fue explotada por los Warriors: búsqueda minuciosa de talento, un scouting exhaustivo, acuerdos económicos sostenibles y jugadores afines al sistema planteado.

No sabemos si el desenlace será el mismo que el de la Bahía para unos Hawks que sueñan con devolver un anillo a sus aficionados casi 70 años más tarde. Pero, al menos, establece unos cimientos sólidos y ejemplares dentro de una NBA que, en ocasiones, olvida la estabilidad y pasos necesarios para construir un proyecto ganador.

(Fotografía de portada de Kevin C. Cox/Getty Images)

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