El conocimiento no atiende a razas en las Finales de Conferencia

Las Finales de Conferencia que dieron comienzo el pasado domingo con el primer partido entre Suns y Clippers cuentan con mayoría de entrenadores negros. Tres ...

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Por David Sánchez

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Las Finales de Conferencia que dieron comienzo el pasado domingo con el primer partido entre Suns y Clippers cuentan con mayoría de entrenadores negros. Tres de los cuatro técnicos que han logrado clasificar a sus equipos para el último escollo antes de la gran final responden a esta descripción. Monty Williams en Phoenix Suns, Tyronn Lue en Los Angeles Clippers y Nate McMillan en Atlanta Hawks son los nombres que protagonizan un logro mucho menos común de lo que cabría esperar.

La consecución de metas de este tipo puede pasarse por alto, sobre todo a los que miramos al deporte norteamericano sin estar integrados en su contexto sociocultural. Al fin y al cabo, puede resultar lógico que una liga integrada por más de un 80% de jugadores racializados  —es decir, todos aquellos que no son blancos— según recoge el Institute for Diversity and Ethics in Sport, tenga una representación similar en sus banquillos. Pero no es así y, lejos de ser asunto baladí, la realidad es que es tremendamente relevante.

En Europa ya hace meses que el gesto de hincar la rodilla en honor al movimiento Black Lives Matter se ve como un símbolo carente de significado. Que ha perdido el sentido de tanto repetirlo. Incluso algunos jugadores de la Premier League inglesa han decidido dejar de hacerlo antes de cada partido por estos mismos motivos. Pero cuando uno ve las reacciones que genera el veredicto del caso George Floyd en figuras de calado en la cultura afroamericana, no queda otra que rendirse ante lo innegable. Estos asuntos son de vital importancia para quien deben de ser de vital importancia. Poco importa el resto.

https://twitter.com/KarlTowns/status/1384613037533843469?s=20

La trascendencia de la representación

Ante la tentación de quitar hierro a asuntos de este calado es crucial fijarse en cómo afecta a los protagonistas. En este caso, a las personas negras que forman parte del entorno NBA. A este respecto hablaba Devin Booker para The Undefeated, dejando a las claras la relevancia del asunto.

“Para ellos es más fácil conversar con nosotros cuando conocen de primera mano de donde venimos [la mayoría de jugadores]. Esa conexión del entrenador y el general manager con los jugadores es importante si pretendes ganar. Ahora se ven más afroamericanos en estos puestos. Pienso que van a seguir cosechando éxitos y haciendo que la gente entienda lo importante que es [su procedencia] en las relaciones con los jugadores” decía la estrella de los Suns.

La realidad es que ese “más afroamericanos” a los que se refiere Booker no representan ni siquiera un tercio del total de entrenadores NBA. Solo 7 de los 30 equipos tienen un head coach negro. Cifra que podría aumentar en las próximas jornadas con la llegada de nuevos técnicos a las siete franquicias con con vacantes en este puesto. “Espero que tengan su oportunidad” declaraba Monty Williams refiriéndose a candidatos como Chauncey Billups, Darvin Ham o Sam Cassell. Curiosamente, todos los técnicos que recientemente han abandonado su puesto eran blancos.

Estos datos responden a un obvio problema estructural. No es ni mucho menos un fenómeno único en la NBA ni solo acotado a la población negra. La infrarrepresentación en puestos de dirección es un estigma que acompaña a mujeres, personas del colectivo LGBT y cualquier otro grupo en riesgo de exclusión social.

Centrándonos en el baloncesto y en la ocupación de sus banquillos por parte de afroamericanos, solo hay que echar un vistazo al circuito NCAA. Los entrenadores de college quizás sean una de las figuras más imponentes del panorama deportivo estadounidense. Sobre ellos recae un halo de sabiduría que en Europa solo otorgamos a entrenadores legendarios como Obradovic, Pesic o Messina. Da la casualidad de que, como en la Euroliga, todos los elevados a esta categoría son hombres blancos.

Con el anuncio de la retirada de Mike Krzyzewski de la universidad de Duke, muchos portales estadounidenses se lanzaron a recopilar listas con los mejores entrenadores de la historia del circuito universitario. El propio Coach K era acompañado por míticos nombres como John Wooden, Bob Knight, John Calipari o Roy Williams. Pero da igual la lista que se consulte, el común denominador será la ausencia de entrenadores negros. Lo cual no es culpa de los encargados de redactar dichos listados, sino de la falta de oportunidades que sufre una parte muy representativa de la sociedad estadounidenses.

El siguiente paso debe darse bien

Todo apunta a que este verano podemos ver a la primera mujer que ocupe un puesto como entrenadora principal en la NBA. Un hito que no deja de ser la conclusión lógica a la preparación de grandes profesionales ya presentes desde hace años en cuerpos técnicos de élite. No vienen a cubrir un cupo. Pero cuando tarde o temprano acabe sucediendo, tocará recordar que no basta con el reconocimiento a un individuo para solventar el problema de la diversidad en cargos de poder. Si la NBA cae demasiado en la celebración, correrá el riesgo de no estar siendo justa con una realidad palpable. Como ocurre con los entrenadores y directivos afroamericanos.

Es lógico que el debate sobre esta cuestión haya resurgido en los últimos años. Los continuos abusos de violencia policial sufridos por la población afroamericana y el ascenso de la ideología supremacista durante el mandato de Trump, han coincidido con un descenso de representación negra en los banquillos. Pasando de los 14 entrenadores negros en la 12-13 a los actuales siete. Dado el contexto, es inevitable que el foco mediático no apunte a esta problemática a través del altavoz de unos jugadores más vocales que nunca y mayoritariamente racializados.

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Lo romántico sería decir que cuando Bill Russel se convirtió en el primer head coach negro de la historia de la NBA en 1966, jamás hubiese imaginado la idílica situación de tener tres entrenadores afroamericanos en Finales de Conferencia. Pero sería embadurnar su figura de un cinismo al que era y sigue siendo ajeno. Por suerte, ya no hace falta  acumular nueve anillos y ser la única persona sobre la faz de la tierra de la que se fía Red Auerbach para ocupar un banquillo en esta liga. Por contra, siguen existiendo trabas que nada tienen que ver con el conocimiento o la preparación y que nunca deberían esgrimirse a la hora de depositar la confianza que un puesto de dirección requiere.

(Fotografía de portada de Mike Ehrmann/Getty Images)

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