En el Draft de 2011, donde Cleveland eligió a Kyrie Irving con su first pick… vimos como a continuación se levantaban Derrick Williams (2º), Tristan Thompson (4º), Jan Vesely (6º), Bismack Biyombo (7º) o Jimmer Fredette (10º). Hubo que esperar hasta el pick número 11º, en manos de los Golden State Warriors, para asistir al primer robo de aquella edición: Klay Thompson.
Pero aún quedaban, mínimo, otros cuatro más: Kawhi Leonard (15º), Tobias Harris (19º), Jimmy Butler (30º) e Isaiah Thomas (60º) –y si no se hubiese lesionado de gravedad también añadiríamos a Chandler Parsons (38º), aunque el robo en este caso terminase siendo a la inversa–.
Este Draft, que parece invitar a una limpia de ojeadores, requiere atenuación en lo que respecta a nuestros objetos de peritaje de hoy: Leonard y Butler. Pues ambos, entre sus aparentes similitudes, compartieron una elemental de inicio: no apuntaban tan alto, ni mucho menos, como jugadores de ataque. Recordemos lo que, por entonces, decían de ellos los afamados scoutings de nbadraft.net.
Kawhi Leonard
De Leonard fue su terrific lengh (+8 en el Ape Index) lo que, entre otras virtudes, le impulsó tan arriba, marcando la diferencia con un Butler (misma altura y 20 cm menos de envergadura) con poco que presumir en este aspecto. Si bien se le intuían maneras y margen de progresión de rango two-way, carecía de la magia ofensiva innata para hacer creer a las franquicias que estaban ante un diamante histórico por pulir.
Sólo un año en San Antonio y el mundo ya supo que iba a convertirse en mucho más que un jugador de complemento, evidenciando que su «not very disciplined defensively» era cosa del pasado y que estaba listo para ser no sólo el ancla defensiva del equipo, sino el relevo natural en ataque de una tríada irrepetible (Duncan, Parker, Ginobili).
Capaz, con su consolidación, de obrar lo que sólo unos pocos elegidos han logrado: cambiar el rumbo de una franquicia con su simple traspaso, conduciendola de le medianería a máximo contender. Hall of Fame por derecho propio desde Toronto 2019.
Jimmy Butler
Con Jimmy, a la sazón, cobra vida un debate más viejo que el pillaje: ‘Talento versus Trabajo’... ¿qué pesa más?
De todo lo oído y leído tiendo a afiliarme a una reflexión sacada de no ‘caigodonde’: Conozco mucha gente con talento que no ha triunfado. Y conozco a mucha gente sin talento que sí. Pero lo que jamás he visto es a nadie que haya alcanzado la cima, con y sin talento, que no haya trabajado duro para llegar hasta lo más alto.
Al igual que Kawhi en Texas pero mucho más acentuado en su caso, Butler aterrizó en la ciudad de Chicago con un cometido principal: dejarse hasta el hígado en cada noche de partido. Así, con este cartel, con ese rasgo identitario por encima de cualquier otro medible en datos y porcentajes, lo etiquetaban en el círculo de analistas.
«Queda por ver cuál será realmente el papel de Butler con los Chicago Bulls, pero una cosa es segura, cuando salte a cancha, aportará energía, corazón, pasión y el deseo de ser el mejor jugador de todos en ambos lados del parquet. No importa en qué posición juegue, hará todo lo que esté a su alcance para asegurarse de que los Chicago Bulls ganen sus partidos»
Bleacherreport – 28 de junio de 2011
En sus dos primeros años en la Liga eso, y nada más, fue exactamente lo que Butler hizo. Como novato y un lockout de por medio, casi pasó desapercibido a las órdenes de un Tom Thibodeau reacio entonces a dar cancha a los recién egresados. Con 2,6 puntos anotados en 8,5 minutos de juego, ni se le tuvo en cuenta para los Quintetos de Rookies, como es natural.
1º Quinteto de Rookies | Kyrie Irving | Ricky Rubio | Kenneth Faried | Klay Thompson | Iman Shumpert | Kawhi Leonard | Brandon Knight |
2º Quinteto de Rookies | Chandler Parsons | Isaiah Thomas | MarShon Brooks | Derrick Williams | Tristan Thompson | – | – |
De sophomore, con la confianza del entrenador ya de su lado, nos acostumbró a recitales en defensa y dejó pinceladas interesantes en el plano anotador, firmando sus primeros dobles-dobles de más de veinte puntos.
En su tercer año destacó por ser el jugador con más carga de minutos de todo el circuito (así era Thibs, que si apretaba, ahogaba), con 38,7; ganó más peso en ataque (4 tiros más por partido) pero lanzó horrible a canasta, compensando, como siempre, con un carácter vibrante e intensidad atrás que justificaban su salto de suplente a titular. Llegaba así la primera de sus cinco apariciones en el 2º Mejor Quinteto Defensivo (jamás ha estado en el primero).
El cuarto fue «su año» en la liga. El de la consagración. MIP de la temporada, reserva en el All-Star, 20 puntos por encuentro con casi dos robos y porcentajes en FG% que ya son, desde entonces, la norma en su carrera (>46%).
Al curso siguiente pisó más fuerte aún y recibió galones de categoría All-NBA, pero fue con el primero de sus traspasos donde empezó el descubrimiento más interesante y que le convierte en una pieza única.
Ese que nos retrotrae a aque scouting de nbadraft.net para entender el alcance del tremendo error oculto en su informe. Error en forma de oxímoron, pues tras indicar que lo mejor de Butler era «tener la cabeza en su sitio y disponer de una ética de trabajo intachable», acto seguido incidían, en negativo, que carecía de una ‘gran virtud’ que destacase sobre el resto, cuando unas líneas antes habían dado en el clavo, describiéndola. El intangible por antonomasia. El denodado esfuerzo como filosofía de vida que, unido a cierta dosis de talento, iba a elevar a el potencial de Butler muy por encima del previsto. Un potencial que nadie, ni scoutings (un 6/10 le dieron) ni franquicias (casi cae a segunda ronda del draft) fueron capaces de vaticinar.
Cuestión de techos
Esto que voy a decir puede que a varios os parezca exagerado. A algunos incluso os incomode. Kawhi Leonard ha sido, por momentos, lo más parecido a Michael Jordan que han visto mis ojos. A ratos ha jugado como tal, y sólo su falta de hambre, de ambición desmesurada, de colocar la obsesión por ganar por delante de sí mismo (incluyendo su salud), en definitiva, tener todo eso que tenía Jordan, que también tuvo Kobe y de lo que Butler también almacena en cantidades ingentes, va a evitar que lo recordemos como uno de esos cinco jugadores que mencionas de carrerilla a la hora de configurar tu quinteto favorito.
No quiero decir con esto, no nos confundamos, que Leonard no ha sido un currante. Lo ha sido y mucho. Pero su ansia por mantenerse en la cima se fue desinflando conforme más experimentaba el sabor de la victoria. Jordan (volver a ver Last Dance como recordatorio) casi se ganó la animadversión de varios de sus compañeros por llevarlos al límite en sus entrenamientos a la caza del segundo three-peat, en su búsqueda insaciable por extraer la mejor versión de todos ellos, inoculándoles su fiebre como catéter en vena y con la aspereza de una oca engordada hasta la extenuación.
Esta forma de actuar, si lleváis al menos cinco años siguiendo la NBA, seguro que os suena. Lo vimo con Jimmy Butler en Minnesota. Liderarlos para disputar sus primeros playoffs en catorce años le supuso casi enemistarse con Towns y Wiggins por su singular manera, rozando el buyilling castrense, de motivarles.
Tampoco se hizo amigo inseparable de Joel Embiid en Philadelphia, pero en sus ganas de ganar hallaron el nexo común y congeniaron lo suficiente para estar a poco más de una no-canasta de Kawhi de asaltar las Finales de Conferencia.
Miami le recibió cumpliendo la treintena y sabiendo ya muy bien qué clase de jugador sumaban al vestuario. Un alero transversal, intransigente en la porfía y que, junto a la entrega por bandera, había convertido también en rutina aquellas asistencias icónicas de Jordan a John Paxson y a Steve Kerr en lo más álgido de los playoffs.
Esto es, su liderazgo no lo demostraba ‘a lo Michael’ como primera opción ofensiva, sino espoleando y haciendo jugar al resto, sobresaliendo su figura sólo en casos de extrema necesidad, y que por la profundidad (escasa) de la plantilla de Miami se ha hecho casi una constante en playoffs, exudando en noches de urgencia un básquet de primera línea a un nivel de excelencia infatigable que no acostumbra en temporada regular. Un básquet de auténtico líder donde incluso los triples, quizás su lunar más grande, entran si ello sirve para apretar el marcador cuando nadie más es apto para tomar el testigo.
“No soy un talento de Dios. No soy el mejor tirador. No soy el que mejor bota. No soy el más atlético. Ni el más rápido. Pero lucho. Peleo. Soy duro como ninguno. Ese es mi talento. No le tengo miedo a nadie. No pueden asustarme”.
Jimmy Butler a Sports Illustrated — Feb 2020
‘Ojito con los Heat’
Tras superar el play-in y confirmar que el cruce sería con Milwaukee, muchos dijeron: ‘Ojito con los Heat’. Aunque quizás, ‘ojito con Butler’ habría sido hilar más fino y certero aún. Pues su carácter de líder líquido, amoldable al contexto, brilla más aún bajo la batuta de Erik Spolestra, genio del ajedrez jugando con negras.
Probablemente, Butler era un jugador destinado a mucho de eso que preveían los ojeadores, pero a menudo el techo del talento eleva su propia altura cuando el empeño y la fe (fe expresada, no en un onanismo ególatra, sino en la dedicación por mejorar consciente de sus taras y trabajando en romper sus propias limitaciones) no se arrugan ante el talento mismo de cuna.
Para entenderlo mejor con un ejemplo sencillo: de envergadura claramente inferior, un físico no tan sublime y un touch de pelota similar, veamos las veces que asiste a la línea de personal Jimmy Butler respecto de Kawhi Leonard: 6,6 del primero por las 4,6 del segundo. Y desde que está en Miami no baja de las 8. Porque, cargado de tiradores, si no es él, ¿quién?
La situación propone y Butler dispone. Con la baja de Tyler Herro desde el Game 1, supo que tenía que dar un paso al frente para paliar su frescura ofensiva y esa fiabilidad que con Max Strus o Duncan Robinson no está tan garantizada: 37,6 puntos de media y con Jrue Holiday como main stopper para esa hidra que viene de promediar 22,9 en temporada regular, y sostenidos en un acierto abismal que sólo se entiende por una confianza engendrada en una ética competitiva como pocas se ha visto en la NBA.
Y todo ello –y en mi opinión en esto supera a Kobe– with a good head on his shoulder; una ecuación de equilibrio magistral donde hasta el load management aplicado de forma inteligente tiene su espacio en pos de una gloria mayor.
Jimmy Butler. Camino de los 34 años (dos más que Kawhi), unas Finales y cero títulos de campeón de la NBA (por dos de Kawhi).
Jimmy Butler. Como leí una vez, el ‘Kawhi de Hacendado’. Mi marca, y también la tuya, favorita del Mercadona.
(Fotografía de portada de Stacy Revere/Getty Images)