Jordan Poole entre dos aguas

De todas las narrativas abiertas a consecuencia del último anillo ‘warrior’, ninguna que generase más consenso que aquella que hablaba de dos líneas. Las de ...

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Por David Sánchez

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De todas las narrativas abiertas a consecuencia del último anillo ‘warrior’, ninguna que generase más consenso que aquella que hablaba de dos líneas. Las de un equipo que había logrado desarrollar a sus jóvenes sin renunciar a sus aspiraciones al título. Una rareza histórica en la dinámica de los bizarros años que ha vivido la Bahía de San Francisco desde la marcha de Kevin Durant. Por resumir: una temporada siendo el peor equipo de la liga, una hospedados en puestos de lotería, un anillo y una segunda ronda. 

La victoria todo lo tapa, y si la liga y sus compromisarios son capaces de vender ilusión en un erial, qué no serán capaces de cosechar en plena bonanza. Moody y Kuminga sí habían demostrado ser piezas útiles de rotación en momentos de máxima exigencia. Especialmente Moses, a pesar de que las condiciones de Jonathan obliguen a situar su techo algo más arriba. 

Así, se confió en que el núcleo joven pudiese cubrir el hueco de veteranos como Otto Porter, Nemanja Bjelica o Gary Payton II, este en primera instancia hasta su regreso. En realidad, la idea de las dos líneas suponía un regalo envenenado para la situación contractual de la franquicia, que año tras año paga cifras récord en impuesto de lujo. A posteriori, soltar la cuerda para que fuesen los novicios quienes la agarrasen demostró no funcionar, y la dolorosa aunque inevitable salida de Wiseman proclamaba la caída del castillo que los Warriors habían dibujado en el aire. 

A medio camino

Entre el jardín de infancia acumulado de 2019 a 2021 y la misma forja de una dinastía (más Wiggins), atrapado entre dos aguas, se encuentra Jordan Poole. Cuya vigencia en la liga le acerca al grupo de los infantes, pero a quien su contrato le aúpa a los jerarcas del vestuario. Aunque, antes de que la rueda volviese a girar, Draymond Green se encargaría de mostrarle que no pertenecía a dicho club. TMZ y las redes enviarían el mensaje a todo el mundo. 

El curso pasado Poole dio apertura a los playoffs con dos exhibiciones de tiro y flujo de juego que me hicieron escribir lo siguiente

“Hasta ahora solo el trío fundacional que forman Curry, Thompson y Green, cada uno a su manera, habían logrado mimetizarse por completo con la euforia que desprende el juego que ellos mismos generan. […] Jordan Poole es el último hijo pródigo de esta limitada factoría y los dos primeros partidos de su carrera en playoffs suponen situarle de manera definitiva como una de las cabezas de una franquicia difícil de encabezar. El chico es un legítimo tercer Splash Brother”. 

Jordan Poole, un ‘warrior’ hecho a medida (David Sánchez, 2022)

Aquella conclusión nacida del enfrentamiento ante unos Nuggets desarmados hasta el chasis (Nikola Jokic) ignoraban el alma de los nuevos Warriors porque Denver no les iba a obligar a mostrarse como lo haría Memphis y, en mayor medida, Dallas y Boston. Golden State ya no compite desde la superioridad de antaño, y aunque los trances del Chase Center sigan vigentes, el equipo ya no se construye desde ahí, sino a partir de una adaptabilidad continua y más obrera que nunca. 

Capaces de llevar el partido a su terreno de mil formas, pero entre las cuales prima lo subterráneo que excavan a dentadas Green, Wiggins, Looney y Payton mientras Steph carga con las bombonas de oxígeno. Y en estos nuevos Warriors, a Poole no le queda otra que ser complemento. Un solista al que le ha tocado figurar en el tercer plano de una orquesta en la que la voz cantante la llevan otros.

No es casualidad que, durante buena parte de la complicada temporada regular de Golden State, haya habido un Poole desde el banquillo y otro como titular. Como reserva, un jugador que quiere abarcar más de lo que su rol y minutos en pista le permiten. Como titular, alguien que juega despreocupado; que logra ensalzar sus virtudes rodeado de un mayor talento y camuflar sus debilidades en el colectivo para no quedar señalado al término. Aunque esta variabilidad se ha corregido en la segunda mitad del curso. 

Jordan Poole pre All-StarPuntosAsistencias% TC%T3
Como titular25,14,544,734,1
Como suplente14,74,542,232,4

Sin embargo, un escenario que versa en acribillar las debilidades del oponente como son los playoffs, ha desnudado a Poole por completo. Llegar a la postemporada sin factor cancha anticipaba que la versión que los Warriors mostrarían sería la vista en las instancias finales y situaciones límite del curso anterior, la descrita tan sólo hace un par de párrafos. La que tiene a Jordan Poole como una bala al aire porque no lo considera una certeza. 

Horas bajas, muy bajas

Esto no excusa los paupérrimos playoffs del guard. Irreconocible en ataque y demasiado reconocible al otro lado de la cancha. En ataque, sus promedios han sido de 10,3 puntos y 3,5 asistencias con 34% de acierto en tiros de campo y 25% desde el triple. En defensa, los Warriors registran un rating de 113,04 puntos recibidos por cada cien posesiones (111,95 sin él) y los rivales mejoran sus porcentajes en un 9% tirando con él como defensor principal. 

Su contribución en positivo se reduce al primero ante Lakers, y a los partidos tres y cuatro de la serie ante los Kings. El tercero de forma teórica, pues a pesar de sus malos porcentajes su presencia incidió de manera decisiva en una amenaza espacial que Sacramento no supo controlar, y el cuarto ya en la práctica con el que era su mejor encuentro de estos playoffs por aquellas alturas. Aunque su principal problema sigue siendo carecer de punto medio, y suponer un agujero negro cuando las cosas no terminan de funcionar.

https://twitter.com/NBCSWarriors/status/1657483381678940161?s=20

Preguntado por la variación de rendimiento de un año a otro, Poole aludía a un cambio de rol con respecto al pasado curso como explicación primaria. Sin embargo, la realidad es que el rol de Jordan nunca ha sido estable bajo el mando de Steve Kerr, que le ha utilizado como boya de autosuficiencia en la segunda unidad y amplificador ofensivo junto al quinteto inicial. Lo que ha cambiado es el contexto, uno empobrecido por la falta de piezas de valor tangible aunque marginal y el declive, temporal o no, de pilares en el anillo como Wiggins y Thompson. 

Para aderezarlo, surgen voces que apuntan a una delicada situación de vestuario que termina de poner a Poole en el centro del debate de forma lógica. Los dedos le señalan como principal asunto a resolver este verano en la Bahía porque resulta incómodo dirigir las miradas a Klay, cuyos playoffs han sido casi igual de limitantes para las aspiraciones de los de San Francisco. Pero, sobre todo, porque simboliza como nadie el despeño de las dos líneas temporales como esqueleto narrativo de esta nueva era. Lo cual deja en primer plano una realidad que nunca dejó de serla: que este es y debe ser un equipo que exprima hasta la última gota del infinito prime de Curry hasta que no le quede gloria con la que nutrir este proyecto. 

Decisiones por tomar en la casa del rey

Poole ni siquiera ha entrado en el contrato que le procurará 32 millones de dólares por año durante las próximas cuatro campañas. Sus servicios este curso le costarán a los Warriors 3,9 milloncejos. Pero su estatus, guste o no, ya es otro. Y hay cierta perversidad en esto. La actual estructura salarial de la liga casi que obliga a pagar estas cantidades por jugadores que aún no son productos terminados con la esperanza de que lo sean, como mucho, a dos años vista. Lo hemos visto recientemente con Michael Porter Jr., De’Aaron Fox, lo íbamos a ver con Miles Bridges. 

En caso de no renovarle, los Warriors no sólo se hubiesen enfrentado al riesgo de perder un jugador valioso en el verano de 2023, sino una herramienta que flexibiliza su espacio salarial de cara a movimientos futuros. Extender el contrato de Poole le otorga a la franquicia la opción de traspasarlo para partir ese salario en dos o tres para ampliar la rotación, o bien adquirir un jugador de menor potencial pero cuyo porvenir no esté viciado como parece estarlo el del escolta en San Francisco. 

Ahora se abre un periodo extremadamente delicado en Golden State. En el que lo primero que se tiene que resolver es la continuidad, o no, de Bob Myers. El artífice del proyecto más ganador de la última década en la NBA. Después llegará el turno de mirar a Draymond Green y Klay Thompson. El ala-pívot cuenta con una opción de jugador por 27 millones que, a la lumbre de sus últimas declaraciones, parece que aceptará. Thompson entra en su última temporada de contrato con 43 millones por recibir. Un salario inasumible para un jugador de su actual impacto, por mucho que duela en las entrañas del equipo y sus allegados. 

Perfectamente, los Warriors podrían haberse plantado en finales de conferencia si llegan a ganar ese cuarto partido ante los Lakers que a la postre ha decantado el sino de la serie. Pero quedarse con esa parte de la historia supondría ignorar el hecho de que Golden State lleva dos años compitiendo al límite de sus posibilidades ante un Oeste empobrecido. Panorama que a la larga suele devenir en más decepciones que alegrías y en el que conviene mirar al campeonato 2022 como una bonita excepción y no como el camino a seguir. 

Poole se encuentra en el centro de este debate porque, por tiempos, era el llamado a recoger el testigo de una dinastía para que naciesen de ella nuevos brotes sin caer en barbecho. Y ahora, ante la intemperie que afronta el equipo sin el abrigo de la victoria, personifica una verdad difícil de tragar: no se puede ganar eternamente. 

(Fotografía de portada de Ezra Shaw/Getty Images)

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