Karl-Anthony Towns: el hambre que no llega

Karl-Anthony Towns lleva quemando etapas con bastante éxito desde que el cartel de ‘promesa NBA’ empezó a penderle del cuello. Ídolo del instituto, campeón estatal, ...

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Por Enrique Bajo

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Karl-Anthony Towns lleva quemando etapas con bastante éxito desde que el cartel de ‘promesa NBA’ empezó a penderle del cuello. Ídolo del instituto, campeón estatal, líder del ranking de jóvenes de ESPN (genio, millonario, playboy, filántropo)... lo tenía todo.

Mudaba su piel año tras año pues rápidamente se le quedaba estrecha la anterior.

Su crecimiento a ritmo qatarí pronto se vería potenciado por John Calipari, leyenda viva de los banquillos, ya que sus caminos se iban a entrecruzar por dos vías distintas: la de La República Dominicana, donde uno ejercía de seleccionador y el otro de gran abanderado y esperanza nacional, y en la NCAA, con los Wildcats de Kentucky, lugar en el que abrazaría un éxito relativo, igualando el récord de victorias en una temporada pero cayendo en la Final Four a pesar su gran papel y el de la otra estrella del equipo, Willie Cauley-Stein.

Una única temporada con mordiente en el college le bastó para ser elegido número 1 del Draft de 2015 por delante de D’Angelo Russell, Jahlil Okafor y Mario Hezonja (¡ba dum tsss!). Towns era y poseía todo lo que requería la nueva acepción del ‘pívot moderno’. La promesa, además, no solo era la prometida, sino una comprometida con el proyecto de los Minnesota Timberwolves, a donde volvió Kevin Garnett escupiéndole al retiro y para impregnar el Target Center, de nuevo, con su gen y su raza.

Towns se llevó el ROY con números dignos de ROY imponiéndose a un también digno –por entonces– Jahlil Okafor: 18,3 puntos, 10,5 rebotes, un baloncesto espectacular al poste y un triple que apuntaba maneras desde el primer día. A sus 19 años seguía quemando yardas como un running back.

Los Wolves sin KG

Pero entonces llegó Wiggins y Garnett se fue. Y midiendo los intangibles, las gallinas que entraron no equilibraron las que salieron. Kevin se marchó y el carácter lo hizo con él. Carácter que regresó en 2018 con Jimmy Butler, pero el suyo, más que contagiar, fue una bomba de relojería que hizo, más evidente si cabe, la falta total de liderazgo del vestuario y la escasa iniciativa de sus integrantes para tomar el testigo: con la salida de Ricky Rubio, por talento, por potencial, por inversión y por discurso, tenía que ser él: Karl-Anthony Towns, el nuevo dueño y señor. El numen en torno al que resurgir.

Incluso, si nos ponemos, por edad. Pues nacido en 1995, era casi un ‘veterano’ en una plantilla donde con más batallas que él sólo estaban James Johnson (87), Gorgui Dieng (90) Shabazz Napier (91) y Jake Layman (93), jugadores todos, salvo Dieng quizás, claramente ‘de paso’ en Minneapolis y sin ningún sentido ni recorrido para ser el nuevo póster de absolutamente nada.

Pero el grito de guerra de Towns, a quien también la vida le dio un revés de los que nunca te repones del todo, se quedó en gorgorito tirolés. Tres años de deambular por la competición sin macho alfa ni antorcha que los guiase. Tres cursos de masticar fracaso y desapego:

  • 2019: 36 victorias
  • 2020: 19 victorias
  • 2021: 23 victorias

Sumándolos todos, sólo cinco triunfos más que los que acumularon los Warriors del récord en la 2015/16.

¿Pero esto nos sorprende acaso? No hablamos sino del pan de cada día de la franquicia incluso desde antes de que T-Wolves draftearan a Ricky Rubio: mucha ilusión y pocas nueces.

Algún fichaje interesante, decenas de promesas, hype tempranero… y el porrazo de siempre. Jugadores de nivel como Kevin Love, Andrei Kirilenko, Thaddeus Young o Nikola Pekovic; piezas post prime estilo J.J. Barea, Mo Williams, Luke Ridnour, Kevin Martin o Corey Brewer; mentiras en picks de lotería como Derrick Williams, Shabazz Muhammad, Anthony Bennett o Wesley Johnson; castillos en el aire con Michael Beasley y Brandon Roy. Y ni un sólo líder.

Towns, diríamos en un símil simplón, llegaba para reunir a la manada en torno a su aullido y salir a morder en cada partido congelando a sus adversarios con el frío del norte. Pero más que ice in their veins lo que derramaban, una vez más, era horchata.

A Tom Thibodeau hubo que agradecerle el ir a muerte con Andrew Wiggins desde el primer día para así confirmar cuanto antes que lo de liderar tampoco era lo suyo. Convertido en hombre clutch por delante de Zach LaVine (mucho mejor tirador), no tardamos en comprobar que no estaba hecho para los momentos calientes y sí, como hemos visto en los Warriors, ser un magnífico segundo espada; pero para ello requería un sistema, una cultura y una atenuación de los focos que en Minneapolis estaban a cien años de podérselo ofrecer.

No basta ser All-Star

Por Wiggins, como primer acto de Gersson Rosas en el cargo, llegó D’Angelo Russell. Distintas virtudes e idéntico poder de liderazgo. Nulo.

Hace dos años los T-Wolves seleccionaron como número 1 del Draft a Anthony Edwards y este verano, tras caer en primera ronda de playoffs ante Memphis Grizzlies (y un balance de 46-36 en regular season), se apostaron hasta el fideicomiso de Alex Rodríguez por traer a Rudy Gobert (un Walker Kessler nueve años más viejo) y formar así una plantilla digna de irrumpir de nuevo en ‘la conversación’ como lo hicieran el único año de Jimmy Butler.

Actualmente, el conjunto que entrena Chris Finch, lejos de unos registros propios de un equipo aspirante al título, es undécimo de la Conferencia Oeste con un récord de 16-21. Fuera de playoffs. Fuera de play-in. Y con su cuarteto estelar (D’Lo, Edwards, Towns, Gobert) habiendo estado sano la mayor parte del tiempo hasta que su ala-pívot cayese lesionado el pasado 29 de noviembre y con un pronóstico que le tendrá de baja, posiblemente, hasta rondar el mes de febrero.

JugadorPartidos disputados (de 37 posibles)
Anthony Edwards37
D’Angelo Russell35
Rudy Gobert31
Karl Anthony-Towns21

La alineación preferida de Finch, con media campaña casi ventilada, es la del Big Four + Jaden McDaniels, la cual triplica en minutos a su segundo quinteto más utilizado. Pero ya está; sólo en eso destaca, ya que en cuanto a diferencial de puntos, éste o cualquier otro quinteto que implique al «cuarteto estelar» (poned tantas comillas como queráis) está lejos de aparecer en la bóveda de rendimiento.

Karl-Anthony Towns: el hambre que no llega

En cuanto al cuarteto en sí, ignorando quién sea el quinto, la química a 2 de enero soporta una formulación en negativo: -2,1 puntos peores que los quintetos de enfrente, destacando por su inoperancia en la defensa del triple o en la desastrosa gestión y cuidado del balón (siendo los Wolves el único conjunto de la NBA con tres jugadores en el top-30 en cuanto a turnovers).

Karl-Anthony Towns: el hambre que no llega

Más allá de la estadística

Dejando a un lado de los datos –de si rebotean más o menos, de si Gobert intimida lo suficiente como para liberar a Towns de cubrir la pintura o de si sufren en los missmaches ante quintetos pequeños– la verdadera pregunta, más allá de una química que aún sigue en construcción, creo que debe dirigirse en una dirección mucho menos corpórea y medible por cualquier columna del Sabermetrics.

La de si en los T-Wolves hay alguien para tomar las riendas de esta transformación. Una voz con autoridad (que no autoritaria) para liderar el proyecto y motivar a las hordas desde dentro. Un dorsal que priorice ganar por encima de todo sin ser una carcoma ante la prensa.

Me remito a Jim Souhan, de Startribune, por compartir mi visión en este aspecto:

D'Angelo Russell ha jugado bien últimamente a nivel estadístico, pero nunca ha mostrado liderazgo.

Karl-Anthony Towns comparte el balón con sus compañeros, pero es difícil decir que tiene la personalidad de un líder.

Gobert no parece sentirse cómodo en ese papel, y sus quejas acerca de que los aficionados de los Wolves no animan lo suficiente indica que podría carecer de la perspectiva que se requiere en un líder.

Anthony Edwards tiene 21 años. Puede que tenga lo necesario para convertirse en ese faro, pero aún le queda camino por recorrer.

Jaden McDaniels está tratando, simplemente, de hacerse con un hueco como titular en la NBA.

Que en la carencia de un líder está el germen del sonambulismo de los T-Wolves no lo digo yo, sino que lo dicen todos, desde Finch, que identifica el problema, hasta Edwards, que da un paso al frente y se ofrece como alternativa.

«Ganar requiere liderazgo, y es algo en lo que no hemos sido buenos hasta ahora. Estamos tratando de encontrar una voz colectiva y personalidad como equipo. Son cosas en las que debemos seguir trabajando y cultivando como equipo. Esa es mi labor» – Chris Finch a 5 de diciembre de 2022.

«Sí, al cien por cien. Así es como soy y he sido en todos los sitios en que he estado antes, así que no creo que mi edad ea ningún problema. Me siento como un veterano con once años a la espalda [en la NBA]. Es mi tercer año pero estoy listo para dar ese paso al frente» – Anthony Edwards a 7 de diciembre tras ser cuestionado por la ausencia de un líder en el equipo.

«Su voz dentro del vestuario está creciendo y creciendo, lo cual es fantástico porque el equipo lo necesita. Lo lleva dentro. Es un compañero super querido y todos creen que cuando está en la pista puede hacer cosas increíbles, y poco a poco está aprendiendo a ser un empuje vocal con sus compañeros» – así se refería Finch sobre Edwards a 2 de diciembre, como anticipando, casi suplicando, ese paso adelante.

Quedamos a la espera

Ser un líder, por otra parte, no significa necesariamente tener el mejor boxscore de la plantilla. Responde, por encima, a otros conceptos, como la aptitud, el esfuerzo y la intensidad. Algo que entregaba a espuertas Patrick Beverley el año pasado y que éste añoran en Minnesota más que la vitamina D.

Sí hay ‘otros’ que, siendo carne de segunda unidad, cubren, como pueden, ese vacío de poder en este curso huérfano de un jefe de tropa. Son Taurean Prince y Jordan McLaughlin, cuya entrega en pista dice mucho más que sus porcentajes de usage. Curiosamente, cuando han estado disponibles (las lesiones les han hecho perderse 19 partidos a cada uno) los Wolves han ganado más partidos de los que han perdido.

Quedan cuatro meses por delante para enderezar la barcaza, y yo llevo siete años esperando a aquel Towns que vio en KG21, en su último vuelo sobre Griffin, el reflejo de todo lo que un día él quiso ser. Lo que se necesita en una ciudad con 7º grados de temperatura anual media. Una llama imperecedera.

https://streamable.com/uki103
https://streamable.com/vf6rwh

(Fotografía de portada de Ethan Miller/Getty Images)

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