Ya en el primer partido de estos playoffs Luka Doncic se encargaba él solito de hacer visible una dolorosa realidad: Patrick Beverley no es un gran defensor. Bastaron un par de jugadas de completo abuso del esloveno para sacarle de la serie al grito de «You are too f***** small». El cual ni siquiera es necesario traducir. El de los Mavs apuntaba a lo obvio. Beverly, coreado durante un tramo de su carrera como un avezado especialista defensivo, no goza de las cualidades físicas necesarias para defender a la gran mayoría de estrellas exteriores de la liga.
De hecho, si a un gran defensor se le presumen altas capacidades a la hora de frenar y desquiciar a su par, las cualidades de Pat están claramente desbalanceadas hacia el caos. Ser molesto hasta la extenuación es su don, y lo ejerce más con el balón fuera de los límites de la pista que a juego corrido. No por nada Guille Jiménez acompaña sus apariciones en pantalla con una muletilla que le gusta aplicar a él más que a nadie «es un flipao'». Pero, aún siendo mucho menos de lo que su comportamiento en pista lleva a pensar, sería un error caer en extremismos. Que Patrick Beverly no sea un defensor de la más absoluta élite no evita que sea capaz de dominar un partido desde la destrucción.
Este dudoso talento, que forma parte intrínseca del ejercicio defensivo, es el que ha mantenido a Devin Booker con los nervios de punta durante gran parte de los dos últimos partidos. Aunque acabasen perdiéndolo, en el segundo los Clippers ya despliegan una versión defensiva quizás nunca vista desde que la llegada de Kawhi y George amenazó con tiranizar esta parcela. Con la tranquilidad de no tener que distraer atenciones hacia Chris Paul y el claro objetivo de reducir al mínimo los contactos de Booker con el balón, los Clippers levantaron un muro que solo Payne, Ayton y la pizarra de Monty Williams lograron franquear para sumar una victoria.
En el buen camino
Pero Lue sabía haber realizado un buen trabajo, y para el primer partido en el Staples redobló su apuesta. Presión individual a toda pista, defensores en lado fuerte saltando a la primera ayuda para no regalar la media distancia y proteger a Zubac en el dos contra dos, y Beverley, siempre Beverley, cerca del balón.
Los datos del pequeño base en los dos últimos partidos son abrumadores. La defensa de Booker obviamente es tarea colectiva, pero los porcentajes de tiro acumulados en este tramo son sus peores de pretemporada. El escolta acumula un pobre 10 de 37 en tiros de campo (27%), un 2 de 10 en el triple (20%) y un total de 12 pérdidas en la que ya es su fase más irreconocible de estos playoffs. En lo colectivo, han reducido el porcentaje de tiros de Phoenix del 48% al 44%, y el de triple de 37% a 27,6%. A esto Beverley añade el mejor rating defensivo de toda la rotación clipper con excepción de Ivica Zubac —96,2 y 94,7 respectivamente—. El base encadena dos partidos seguidos por encima de 25 minutos por primera vez en esta postemporada.
El armazón de los Clippers por fin tiene cuerpo. Y si la plétora de aleros e Ivica Zubac representan el tórax de la criatura, Patrick Beverley es sus manos. Unas que toquetean, que soban, que buscan las cosquillas y que agobian violando todos los principios del espacio de confort del individuo. La nariz de Booker puede dar buena fe de ello.
«Menos gritos Milagritos»
Hasta hace poco, el carácter de Beverley servía como bandera para el actual proyecto de la franquicia. Los Clippers aprovechaban el potencial destructor que prometían los aterrizajes de Leonard y PG para vestirse de una chulería rebelde que resultaba totalmente impostada. Más que abusones parecían charlatanes, precisamente la mayor virtud y defecto de su jugador más histriónico.
Después de descubrir que un batacazo es más duro si lo precede la insolencia, la franquicia ha ido apartando esa estrategia comunicativa que buscaba situarles como contraposición a los Lakers. A pesar de que todavía tienen sus episodios de histeria colectiva, han delegado en Beverley la responsabilidad de hacer más ruido del conveniente. Y está bien que así sea, pues por muy sobreactuado que resulte, solo a él le sale natural.
(Fotografía de portada de Sean M. Haffey/Getty Images)