El entrenador de los Spurs Gregg Popovich ha llegado a un acuerdo de renovación por cinco años y más de 80 millones de dólares. Su trato resetea la escala del mercado de entrenadores después del reciente contrato firmado por Monty Williams con Detroit por seis años y 78,5 millones.
Adrian Wojnarowski, ESPN, a través de Twitter
La vigencia y cifras de los contratos de entrenador suelen ser materia opaca en la NBA. Las condiciones salariales de los más de 400 jugadores que la conforman están a golpe de click, pero a los técnicos acostumbra a rodearlos mayor incertidumbre. De hecho, los detalles de sus contratos solo salen a la luz cuando interesa. Bien apuntando el tiempo restante del mismo para meter presión sobre su figura o sobre la franquicia en aras de una extensión. O bien recalcando los números como muestra de estatus, como es el caso de Gregg Popovich.
Popovich será, con diferencia, el entrenador mejor pagado de la liga durante el próximo lustro hasta que alguien le ponga remedio. Para entonces, el técnico de los Spurs tendrá 79 años. Thibodeau, el segundo técnico más vetusto de los que están en activo, habrá cumplido los 70 cuando la edad media de los banquillos se sitúa por debajo de los 50 y no hace más que recibir inquilinos de insultante juventud (Mazzula, Daigneault, Hardy). En 2028, fecha que pondría fin a la actual relación laboral entre Pops y los Spurs, se cumplirían 32 años desde que se puso al frente del banquillo de San Antonio compaginándolo con su puesto como presidente de operaciones. Para entonces, Erik Spoelstra dirigiría su vigésima temporada en Miami.
Sin embargo, el tweet de Woj que abre el artículo, fue continuado no mucho después por una puntualización:
Popovich es presidente de operaciones y entrenador, así que es posible que este nuevo acuerdo le permita cumplir el contrato aunque no complete los cinco años íntegramente como entrenador.
Adrian Wojnarowski, ESPN, a través de Twitter
Desde la salida de DeMar Derozan y laMarcus Aldridge, San Antonio y Popovich (que a estas alturas son lo mismo) se han movido en la disonancia. Llámalo anacronía o inadecuación, pero algo no terminaba de encajar. Él asegura «disfrutar de una forma distinta» de ser el mentor de un grupo joven. Pero sigue luciendo discordante. Sin que su indeleble huella táctica y humana haya desaparecido, de pronto la relevancia de Pops se ha visto reducida a pequeños instantes. Chascarrillos en rueda de prensa, rebotes en pista, celebración de récords…
Todo ello insinúa que el técnico no está para estos trotes. Entendiendo por trotes una reconstrucción profunda. Como si su manera de hacer las cosas, una de las más gloriosas de las últimas tres décadas en la NBA, hubiese tornado arcana. Intrasladable al contexto que la franquicia estaba condenada a vivir tarde o temprano. Popovich se ha ganado cerrar la puerta cuando le plazca, pero cuesta pensar en un mejor momento para dar el relevo que el que se abrió en 2021 con Becky Hammon aún en el banquillo texano. Y desde entonces hasta ahora, la condescendencia se ha cernido sobre un entorno que tradicionalmente la ha rechazado por naturaleza.
Indicios de desgaste
Volviendo al tweet aclaratorio de Woj, ese «es posible que este nuevo acuerdo le permita cumplir el contrato aunque no complete los cinco años íntegramente como entrenador», hace pensar que quizás Popovich sondeé la misma idea. Que probablemente el desembarco de Wembanyama le otorgue energía renovada de partida. Pero que si el impacto del pívot en el casillero de victorias se hace esperar más de lo que se le presupone a un talento generacional, estará preparado para ser testigo desde el palco.
Cabe aquí puntualizar un asunto. Gregg Popovich es uno de los mejores entrenadores de la historia coordinando reconstrucciones. Remodelaciones, si se pretende ser algo más preciso. No hay San Antonio campeón que no hubiese pasado por una pequeña o gran metamorfosis con respecto al anterior anillo. Obviamente, esto pasa en gran parte por el intercambio de piezas. Imposible plantear el mismo equipo con el poderío interior de los primeros Spurs de Duncan y Robinson que tras la irrupción de Tony Parker y las llegadas de Bruce Bowen y Stephen Jackson. Pero comenzar el periplo ganador siendo un conjunto cuya creación emanaba en los lugares más angostos del parqué y acabarlo en 2014 con el spacing como mayor aliado, hablan a la perfección de lo camaleónico de Popovich.
Sucede que llamamos reconstrucción a un proceso que se parece más a la recolección de víveres en un apocalipsis que a poner ladrillos sabiendo perfectamente lo que se está edificando. Usualmente, las franquicias que reinician proyecto en la NBA se dedican a acaparar capital a futuro (y por tanto incierto) a la espera de que aparezca un rayo de luz que marque el camino a seguir o que, al menos, obligue a ponerse en marcha. Y en San Antonio, ese haz luminoso es uno por el que suspira toda una liga. Antes de que juegue un solo partido en la NBA, Wembanyama ya es un valor incalculable como fuerza motriz. Como llamada a la acción de todo cuanto le rodea.
Terreno desconocido
A estas alturas Popovich no tiene nada que demostrar porque su legado está a salvo de casi cualquier cosa que suceda de aquí en adelante. Como muestra, la burbuja acrítica en la que se han movido los texanos en este último periodo. Pero, por absurdo que parezca en su 28ª temporada en el mismo banquillo, a Pops se le abre ahora un periodo de prueba en el que comprobar si está listo para afrontar una situación desconocida para él.
Por mucho que se tiendan comparaciones, el contexto de los Spurs actuales tiene poco o nada que ver con aquellos que reciben a Tim Duncan como número uno del draft de 1997. Aquel conjunto recibe a un talento generacional que llega a la liga con 21 años después de dominar en Wake Forest durante un ciclo universitario completo (cuatro cursos). Ante la mirada al futuro que supone Wemby, ‘The Big Fundamental’ representaba un perfil de jugador cuyo éxito la NBA tenía más que probado. Por vanguardista que Tim se demostrase después. Y, lo que es más relevante, aterriza en un equipo de estructura ya establecida y preparada para asaltar el campeonato.
Esto implica que Popovich se enfrenta a una situación cuyo margen de error no conoce en su trayectoria. Con Duncan se tenía la certeza de aspirar al anillo porque ya lo habían hecho antes de su llegada. La época de Kawhi como buque insignia sitúan al equipo en una segunda línea de contendientes bastante clara. La de DeRozan y LaMarcus Aldridge delimita un techo evidente a pesar de ser un buen (y arrebatadoramente anacrónico) equipo de baloncesto. Y estos últimos dos años son lo que son.
Ahora, es imposible saber a que se enfrentará San Antonio en el medio plazo porque la cara de la franquicia es un chico con el que cualquier concepción pasada no tiene sentido. Porque ni siquiera la marcha del big three obligó a una remodelación tan profunda como la que tienen delante de sí estos Spurs. El desafío que afronta Popovich pues apela también a su figura como gerente que, paradójicamente, en este caso no es tan personalista como en la mayoría del resto de la liga. Pero es su faceta como entrenador la que suscita mayor interés por comprobar hasta qué punto es capaz de amoldarse a una situación completamente nueva para él a sus 75 años.
Durante la vigencia de Popovich en la NBA, el perfil de técnico ha virado completamente desde la autoridad inquebrantable de la vieja escuela a los llamados player’s coach. Figuras que tienen más de mentores que de rectores y que operan en una jerarquía mucho más horizontal de lo que solía ser costumbre con respecto a sus jugadores. El transcurrir de la carrera de Pops le llevó a descubrir este camino mucho antes de que fuese la norma. Convirtiéndose en un técnico que, más que ningún otro, puso a las personas en el centro de sus equipos sin dejar de representar una autoridad casi religiosa para sus vestuarios. Amigo y líder al tiempo.
Es esto (porque la diáspora de entrenadores que alimenta los banquillos de la liga habla por sí sola de su vanguardia táctica) lo que disipa dudas con el periodo que afronta Popovich para dejar paso a la simple excitación. Porque descubrir a Victor Wembanyama va a ser un ejercicio fascinante también por lo que implica a la hora de redescubrir y volver a juzgar a un genio como Gregg Popovich.
(Fotografía de portada deSteve Marcus y Ezra Shaw/Getty Images)