Será con Robert Williams o no será

Hoy los Boston Celtics afrontan en el TD Garden el partido más importante de su historia reciente. Llegan a esta orilla al borde del naufragio, ...

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Por David Sánchez

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Hoy los Boston Celtics afrontan en el TD Garden el partido más importante de su historia reciente. Llegan a esta orilla al borde del naufragio, cargando con las toneladas de desgaste físico y cicatrices que supone haber jugado 14 partidos frente a Bucks y Miami. Se unen a ello dos encuentros consecutivos en los que los verdes han concatenado y multiplicado todos y cada uno de los defectos mostrados durante toda la postemporada.

Los de Ime Udoka han encadenado dos derrotas seguidas por primera vez desde finales de marzo y es lógico que su gran virtud, que no es otra que su brutal capacidad de respuesta, esté siendo puesta en duda con el estado actual de las cosas. Hasta el lunes Boston siempre se había levantado con fuerza tras cada partido perdido y lo han hecho casi sin importar las circunstancias físicas que se les presuponían. Pero llegados a este punto, la presencia de Robert Williams en cancha resulta imprescindible para imaginar a unos Celtics ya no campeones, sino capaces de forzar el séptimo en San Francisco.

Magullado pero de pie

No es ningún secreto que el pívot está disputando los partidos seriamente mermado por los achaques de la operación de menisco a la que se sometió el pasado marzo. Ayer mismo Chris Haynes publicaba en Yahoo Sports unas declaraciones en las que el jugador hablaba con claridad sobre la salud de su rodilla. “Ahora mismo puedo estar bien y en las dos próximas horas sentir un dolor insoportable. […] Durante los partidos la adrenalina hace que no lo piense, pero estoy haciendo un gran esfuerzo”. Lo visto desde que comenzaron las finales insinúa una mayor estabilidad, consiguiendo reducir los momentos de visible cojera vividos en series anteriores con mayor o menor asiduidad. Sin embargo, para Rob los días sin partido siguen siendo jornadas de hielo, masajes, tratamientos intensivos e incertidumbre sobre si estará preparado cuando toque afrontar el próximo salto inicial.

A pesar de haber aparecido como cuestionable en todos y cada uno de los partes de bajas que ha publicado Boston desde su debut en playoffs, en los planes de Williams no figura perderse el partido de esta noche o un hipotético séptimo. Udoka, que en los dos últimos partidos se ha visto obligado a mantenerle en pista más de 30 minutos por primera vez en esta postemporada, sabe que gran parte de las posibilidades de los Celtics pasan por el impacto que su pívot tiene a ambos lados de la cancha.

No por nada es el único pilar fundamental de la rotación con el que Boston es mejor que Golden State durante sus minutos en pista —ocho puntos superior por cada cien posesiones—, el único jugador capaz de igualar la batalla en los tableros y, dado el estado físico de Horford, el exclusivo sostén de la defensa interior de los Celtics. Aunque su papel va mucho más allá.

Todo es más fácil con un Robert Williams

Más allá del acierto exterior y el cuidado del balón, el éxito del ataque de los Celtics pasa por tres puntos en los que están haciendo claro énfasis:

  1. Involucrar a Curry en todas las jugadas posibles para generar desgaste y sacar ventaja de estatura y fuerza en situaciones de aclarado o al poste. El tren inferior de Steeph y su mejora defensiva le permiten sostener a su par y ser tremendamente útil en el sistema de rotaciones de Golden State, pero sigue necesitando ayudas sólidas para contener físicos como el de los exteriores de Boston. En su defecto, Jordan Poole será el objetivo principal durante los minutos que esté en cancha.
  2. Reducir el impacto de Draymond Green en las ayudas amenazando su espalda. Buena parte de los problemas de pérdidas de Boston provienen de la cantidad de manos que encuentran Brown, Tatum y Smart apenas dan el primer paso para iniciar una penetración. Wiggins, Payton, Thompson y Porter acuden siempre a una primera ayuda para intentar el robo y una vez ensuciada la jugada Green supone un escollo insalvable cuando está tan activo como en el quinto encuentro.
  3. Alejar a Kevon Looney de la zona ya sea con Horford abierto o forzando cambios defensivos para atacarle con bote o dejarle con un tirador en lado de balón.

Los Celtics son más que capaces de generar estas ventajas de manera más o menos consistente, pero rara vez consiguen materializarlas sin Robert Williams en cancha. El pívot es el ejemplo perfecto de que un buen espaciado no solo se consigue con tiradores abiertos, sino con amenaza vertical y un privilegiado sentido del timing. Esto se traduce fácilmente en lo inseguro que se siente Draymond cuando queda emparejado con él, porque sabe que una lectura perfecta muchas veces es insuficiente. Kerr está logrando reducir el impacto de Williams con lo expuesto en el segundo punto, pero los Celtics deben hacer hincapié en generar emparejamientos con Green para poder respirar en zonas intermedias, reducir pérdidas y poder sacar a relucir un movimiento de balón que ha brillado por su ausencia durante largos tramos de los últimos partidos.

El Anti-Curry

Ya sea a través de su genialidad anotadora o en la distribución, Stephen Curry está logrando que la serie gire en torno a sus acciones de pick-and-roll y el balón está cayendo de su lado del tejado. El base de los Warriors está consiguiendo manipular a placer el sistema de cambios en los bloqueos de los Celtics, convirtiendo casi cualquier emparejamiento en un inmediato missmatch.

En los cuatro primeros partidos la defensa de Boston se centró en limitar el juego sin balón de Golden State obligando a Curry a absorber cantidades ingentes de balón. Su ya legendario cuarto partido instó a que para el quinto Udoka tratase de negarle el balón cuando no lo tenía y de quitárselo de las manos con 2vs1 agresivos. Esto empujó al base a una actuación olvidable en el tiro y a un paso adelante que el resto de sus compañeros dieron sin pestañear, pero la maestría de Curry desde la lectura de situaciones y el pase terminó apareciendo para decantar el partido del lado de los suyos.

En su actual estado de forma Steph parece indescifrable y, hasta cierto punto, lo es. Sin embargo, sí hay una combinación defensiva que le incomoda. Robert Williams es el único jugador de los Celtics que hace dudar a Curry en la salida de los bloqueos. Su desplazamiento lateral le permiten apretar mucho más arriba de lo que lo hace Horford, y su capacidad de salto ya ha obligado unas cuantas veces al mejor tirador de todos los tiempos a rectificar sus lanzamientos y optar por otras vías. Smart es el defensor exterior más duro que Boston puede lanzar sobre la estrella rival y solo la pareja que forma con Williams está siendo algo similar a un antídoto para el pick-and-roll de Stephen Curry.

Looney, la horma de su zapato

Kevon Looney está siendo todo un quebradero de cabeza para Boston. Los problemas que suponen sus inabordables bloqueos en el pick-and-roll con Stephen Curry, su dominio en el tablero rival y su presencia defensiva están siendo una losa constante en los planes de Udoka. Con él en pista los Warriors son 19,4 puntos mejores* que los Celtics por cada cien posesiones, y esta ventaja los verdes solo la pueden controlar con Williams en cancha.

Los de Steve Kerr están controlando a la perfección su transición defensiva a pesar de estar atacando el rebote ofensivo con vehemencia. Si bien el pívot no está logrando reducir esta sangría porque Golden State lleva a cabo esta tarea de forma colectiva sumando a Wiggins y Green como kamikazes al lado de Looney, sí consigue igualar las cosas al otro lado con su propia lucha. Con Williams los Celtics logran capturar un 30% de los rebotes ofensivos disponibles frente a Looney, dato que se desploma hasta el 18% sin él.

Como consecuencia lógica de todo esto, los únicos momentos de claro dominio de los Celtics han venido cuando Rob no tenía a Looney enfrente. Es entonces cuando todas las virtudes que Williams aporta a su equipo se magnifican. Situación que conoce bien y trata de evitar a toda costa Steve Kerr con su plan de rotaciones.

Aquí resulta interesante apuntar que Grant Williams está siendo la mejor pareja interior de Rob en el aspecto reboteador, pero también en el general. En los 34 minutos que han jugado juntos en estas finales, el diferencial positivo por cada cien posesiones asciende a 20. Sería interesante que Udoka invirtiese más en este dúo en detrimento de Horford y aún a riesgo de perder fluidez ofensiva por el camino. Aunque quizás este no sea el día más indicado para experimentar.

Un bien limitado

Todo esto, evidentemente, pende del hilo de la salud de Williams. Habiendo dado el gran salto esta temporada, el pívot es uno de esos pocos hombres grandes capaz de ser útil en cualquier contexto a ambos lados de la pista. Pero por desgracia para Boston, es un recurso finito. Su físico no le permite aún llegar a los 30 minutos de media a pesar de estar en plenitud y su rodilla ha disminuido más de siete minutos de media por noche en estos playoffs, amenazando con dejarle fuera de combate noche tras noche.

Hoy a la hora de la verdad el equipo más laureado de la historia de la NBA con permiso de los Lakers dependerá de sus grandes estrellas para forzar un último partido. Es imperativo que Tatum, Brown y también Smart no estén tan erráticos y obcecados como vienen estandopara tener una mínima oportunidad. Pero la llave que abre esta posibilidad es Robert Williams III, componente básico para entender las mejores fases de su equipo durante la serie a ambos lados de la cancha. Todo Boston reza por su menisco.

* Todos los datos estadísticos del texto son de NBA Stats.

(Fotografía de portada de Elsa/Getty Images)

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