¿Tiene LaVine madera de Laker?

Vamos con tres mentiras extendidas: Zach LaVine es base Cuando Zach LaVine fue seleccionado en la decimotercera posición del Draft por los Minnesota Timberwolves, allá ...

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Por Enrique Bajo

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Vamos con tres mentiras extendidas:

  • Zach LaVine es base.
  • LeBron James está ante su penúltima oportunidad de ganar el anillo.
  • Los Lakers no tienen plantilla para alcanzar las Finales en este 2024.

Zach LaVine es base

Cuando Zach LaVine fue seleccionado en la decimotercera posición del Draft por los Minnesota Timberwolves, allá en 2014, lo más comentado fue su reacción. Su semblante. Su murmullo. Su careto.

El ex de UCLA no pareció muy feliz con el que iba a ser su destino, la fría ciudad de Minneapolis, a pesar de que esta le fuese a reportar el primer sueldo millonario de su vida: 4,2 millones en dos años.

Quedó en eso. Un malentendido. Una anécdota que LaVine explicó como un genuino espasmo emocional. De hecho, muy pronto comprobamos que de aquel maravilloso sketch ‘a tope de hype’ a rebosar de caras nuevas (Andrew Wiggins, Zach LaVine, Thaddeus Young, Shabazz Muhammad, Gorgui Dieng, Glen Robinson III… ¡Anthony Bennett!), la suya iba a ser, por méritos propios y con permiso de Wiggins, la más leal y de futuro más próspero de todas ellas, creciendo en un jugador que no tardaría en dejar atrás, ampliándolo por los cuatro costados, su simplón cartel de asombroso dunker-atleta.

Algo más. La peana de playmaker titular estaba reservada para Ricky Rubio, y aunque detrás, en sus descansos, actuaba LaVine de supuesto recambio, de hombre por hombre, rápidamente detectabas que era Mo Williams (también andaba por allí un tal Lorenzo Brown) quien ejercía realmente las funciones de catalizador, de distribuidor natural y de facilitador (3,6 asistencias por las 6,4 de Williams y las 8,8 de Rubio).

Sus puntos fuertes, por más que dé inicio a la posesión subiendo el balón desde la línea de fondo, son otros que poco tienen que ver con el pase y la detección de la situación ventajosa. Y no por falta de IQ, sino porque su instinto, apoyado en sus dos grandes virtudes, le conduce invariablemente a ello. Lanzar y penetrar.

El true shooting de la Liga en su backcourt (bases y escoltas) oscila, en su valor promedio, entre el 54-56% en estos últimos años, siendo el de Zach LaVine bastante superior desde su eclosión en el curso 2021/22 (el de su primer All-Star), a saber: 63,4% (20/21), 60,5% (21/22), 60,7% (22/23).

Cuando aterrizó en Chicago Bulls (los Wolves obtuvieron nada menos que a Jimmy Butler a cambio) la estadística avanzada lo desnudaba como un anotador poco eficiente. Un año (y un desgarro de ligamento cruzado) después, rompía en el jugador que es actualmente. LaVine cubría de aminoácidos esas calorías vacías y se transformaba en un arma ofensiva polivalente, capaz de comandar un equipo a playoffs y legitimar (que no justificar) la discusión de si era un jugador de ‘contrato máximo’.

Se lo dieron el año pasado (el máximo), más fruto de la necesidad y el temor a perderlo que como la certeza de que con dicho desembolso blindaban la piedra angular de un futuro proyecto ganador.

Evidentemente, en Chicago no han tenido la suerte de su lado últimamente. Hablamos de Lonzo Ball y su pasión de cristo, la cual arrancó hace dos años y sin visos de tener un final. Ello forzó (a pesar un DeRozan más point-wing que nunca) a LaVine a diversificarse en su propio perjuicio. Del escolta que debía ser, un ‘2’ en transición que deslumbra desde la búsqueda del espacio, que amortiza el tener un verdadero base a su lado y alterna baloncesto on/of ball, al ‘1’ que nunca fue pero al que se vio obligado, asumiendo todo el peso creativo del quinteto y malgastando su talento como artillero sin recurrir al bote.

Aún así, estos seis años y medio en Chicago le han valido para erigirse en una de las mayores atracciones perimetrales del circuito, con un físico que no decae y unos porcentajes que flirtean con el tríada mágica. El exclusivo Club del 50/40/90. LaVine, un tirador de altísimo volumen y con el hándicap que arrastra el ser el generador principal, promedia en los Bulls un soberbio 48/39/83.

¿Tiene LaVine madera de Laker?

Con un arranque irregular en su habitual flujo ofensivo en esta 2023/24, LaVine, aún así, nos recuerda –con el 13º mejor O-DIP de la liga (aquí el cómo funciona y qué mide este valor)– que pocos en ataque como él en esta NBA vertiginosa.

Como bien indican desde Theanalyst.com, cuando se trata de centrarse en lo que mejor se le da, esto es, finalizar jugada, la transversalidad de Zach es manifiesta: 64,4% de acierto junto al aro, 44% desde media distancia y orbitando el 38% en tiros de tres. A ello hay que sumar su promedio de 7,5/8 visitas a la línea de tiros libres por cada 100 posesiones a lo largo de cada campaña (por encima de otros exteriores igualmente verticales como Edwards, Mitchell, Brown o VanVleet). E insisto, todo esto con una elevada carga tanto en responsabilidad ofensiva como en atención rival.

Otro asunto es su defensa y los motivos que le alejan de un impacto positivo (que por movilidad y aptitudes ya sabemos que no es).

LeBron James, penúltima oportunidad de ganar el anillo

Temporada 2023/24. Datos:

LeBron James ocupa la 15º plaza en puntos por partido (25,7) la 13º en acierto en tiros de campo (57,8%) y el 40º en triples (¡¡41,4%!!); el 12º en asistencias (6,7), el 28º en rebotes (8,1), el 19º en robos (1,5) y el 35º en minutos por partido (33,8), habiéndose vestido de corto en 15 de los 16 partidos que llevan disputados Los Ángeles Lakers.

Un jugador en clara línea ascendente y cada día más cerca de alcanzar su prime. Los números no engañan. Semejante carga de minutos y peso en el juego, junto a un boxscore tan completo, eficiente y de alto impacto sólo puede ser el de alguien que empieza a consolidarse como la estrella de su equipo. Un inminente All-NBA sobre el que edificar tu futuro y al que ir pensando ya en reservar un buen fajo de millones para negociar su renovación multianual, y así aprovechar los mejores años de su carrera que aún están por venir.

Lebron, vuelta a la realidad, cumple 39 años el 30 de diciembre, y acaba de cruzar la barrera de los 39.000 puntos en regular season, único en la historia en hacerlo.

A nivel contractual le queda este curso en los Lakers y una opción de jugador para el siguiente.

«No me importa cuántos puntos más anote. La única pregunta que me hago: ¿Puedo seguir jugando sin engañarme a mí mismo? El día que no pueda darlo todo en la cancha es el día en que se acabará. Por suerte para ustedes, hoy no es ese día, en que una hora de lobos y escudos rotos rub«.

LeBron ama el baloncesto, no ha perdido ese brillo en los ojos, y aún se siente con la honestidad de devolverle en pista todo lo que él le da. Si su sacrificio hoy (‘gracias a él’ los Lakers son séptimos del Oeste con balance positivo) será el precio a pagar mañana, en los playoffs, es pronto para saberlo.


Sí podemos hacer, se me ocurre, un paralelismo bastante justo con otra estrella de rendimiento incierto a medio plazo. Lebron -James- Harden. Cinco años los separan pero comparten a día hoy un diagnóstico similar. Capaces ambos de rozar su mejor versión, la de MVP que arrasa con todo, pero en dosis limitadas o durante una secuencia finita de partidos consecutivos. Y en esta escala de medida, el LeBron de casi 39 sigue siendo claramente superior al Harden de 35.

LeBron lleva años hablando de jugar junto a su hijo, Bronny, como bonito sueño a cumplir antes de su retirada, pero una vez esto ocurra (si ocurre), es probable que el discurso continúe siendo el mismo. Seguir si está en condiciones de hacerlo. Porque lo que a ratos parece el lento declive, LeBron lo devuelve a ese valle que antecede a la cordillera, reacio a dejar la élite y abandonar la narrativa de que ‘decentemente rodeado’ puede volverlo a hacer. Alcanzar unas nuevas Finales de la NBA.

Los Lakers no tienen plantilla para las Finales de 2024

Es absurdo pasar de un extremo a otro. Absurdo decir Z donde hace un mes presumíamos de A. Y ajenos a la presión de pactos de investidura, es absurdo cambiar de opinión cuando sólo llevamos un mes de fase regular.

Las renovaciones de Russell, Hachimura y Reaves; los fichajes de Reddish, Vincent, Prince, Hayes y Wood y la ampliación por el máximo de Anthony Davis provocó que los Lakers se ganasen el reconocimiento unánime de haber firmado una de las mejores temporadas bajas de toda la NBA.

Un mal inicio de temporada donde, cierto es, casi ninguno a excepción de LeBron (y quizás D’Lo) carburan como es debido, no pueden degenerar en un pesimismo que los descarte automáticamente como candidatos al título.

Argumentos sobran: lo primero el récord (9-7), luego las bajas sensibles (Vincent, Vanderbilt), en tercer lugar el tiempo de adaptación y rodaje que requieren ciertos sistemas tras incorporar caras nuevas y generar sinergias con las viejas. Y en cuarto lugar y más importante, Anthony Davis: nada nuevo, su caraja profunda de una de cal y dos de arena, pero que debe ir disipándose para dar paso a su mejor versión conforme se acerquen los meses calientes de la primavera.

¿Que pasa otro mes y estos Lakers siguen sin convencer?

Estupendo. Los Bulls (5-11) aún tienen dudas sobre si tirar la temporada y meterse de lleno en una reconstrucción o darle un ultimátum para que despegue.

Los Lakers, por su parte, están atados por las fechas: Russell, Vincent, Prince, Reddish, Hayes y Wood no pueden ser objeto de ningún traspaso antes del 15 de diciembre, mientras que en los casos de Reaves y Hachimura habría que aguantar un mes más, hasta el 15 de enero.

Es casi imposible imaginar un acuerdo entre Lakers y Bulls a cambio de LaVine (¿y Caruso?) que no incluyese a Reaves o Hachimura (puede que los dos), por lo que si ninguno de sus otros potenciales destinos muestra antes sus cartas (76ers, Heat, Kings, y Spurs, según Jake Fischer de Yahoo! Sports) y ataca con todo, congelar conversaciones hasta enero parece algo factible.

Estrellas: no hay dos sin tres (o cuatro)

No hay contender casi que escape al patrón. Jokic tiene a Murray, Porter Jr. y Gordon. Giannis a Middleton y Lillard. Leonard a George, Harden y Westbrook. Embiid a Harris y Maxey. Tatum tiene a Brown y Porzingis. Durant a Booker (o Booker a Durant) y Beal. Butler a Adebayo y Spoelstra. Stephen Curry a los de siempre + Wiggins. Y Doncic tiene a Irving y toda la testosterónica juventud de su lado.

¿Se entiende, no?

La Ceja, aún con la fiabilidad de un Toyota, se queda corto en esta NBA asimétrica, donde los que tienen, tienen mucho. El 4-0 del año pasado ante los Nuggets evidenciaron, no que LeBron no es el de los Cavs (que sí, que también), sino que Reaves, salto de nivel incluido, no te alcanza para erigirse en esa tercera espada capaz de enfrentar maquinarias tan lubricadas y plagadas de opciones como los Nuggets o cualquiera de los superequipos de arriba, cuando de una serie a siete partidos por el anillo se trata.

A Lebron, si quiere y las lesiones callan, le quedan más de este curso y el siguiente. A Davis también. Y LaVine tiene por delante cuatro años de contrato y 28 años, la edad idónea para estar a su altura sin caer en la toxicidad.

La cuestión ahora es: ¿cumple Zach LaVine, ese combo guard hecho para el corte y el catch and shoot, con ciertas dotes creativas y un torrente de fuerza ofensiva, el perfil ideal para que, con todo lo que han traído los Lakers este verano, negociar un traspaso compensado y suficiente que permita dosificar a LeBron y propulsar a los angelinos -al nivel de los otros gigantes- en sus opciones de campeonato?

(Fotografía de portada de Michael Reaves/Getty Images)

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