Los análisis previos al draft de 2018 auguraban que apostar por Duncan Robinson era una decisión tan correcta como apostar por Michael Porter Jr. como máximo asistente de la próxima temporada. «Edad avanzada que no invita a esperar demasiada progresión». «Físico promedio». «Incapaz de defender a jugadores más atléticos». «Escasa aportación en el rebote». «No muy habilidoso con el balón». «Puede llegar a ser muy pasivo en ataque». «Dificultad para generarse sus propios tiros o provocar tiros libres». Todos estos defectos se aglutinaban en sus scouts, pero sobre ellos destacaba una virtud resaltada en negrita: extraordinario tirador.
El 41,9% de acierto en triples del que presumió a lo largo de su carrera en NCAA no le bastó para que alguna franquicia se decantara por él la noche del 21 de junio de 2018, pero sí para que unas semanas después los Miami Heat le dieran la opción de, mediante un contrato two-way, ser parte de los Sioux Falls Skyforce de la G League. Y tras firmar con ellos un 48,3% de acierto en casi 10 intentos desde el perímetro en su primera temporada, no hubo forma de no hacerle sitio en la NBA.
Así comenzó una historia de ascenso que le llevó a, tras un discreto año de rookie en el que solo salió a pista 15 veces, revelarse en una pieza clave del equipo que terminaría como subcampeón de la NBA en 2020. Duncan bombardeó a cualquier rival con el que se cruzó para convertirse en el cuarto jugador en la historia en terminar unos playoffs con al menos cuatro partidos de 6 o más triples (junto a Stephen Curry, Klay Thompson y James Harden), poniendo la guinda al año de su salto al mainstream del baloncesto mundial. Con su continuo movimiento, facilidad para levantarse tras recibir en mano a mano y capacidad para castigar el más mínimo espacio, se convirtió en un arma letal para el ataque de Spoelstra. Un arma, que sin embargo, se revelaría pronto como demasiado unidimensional.
Ya en aquellos playoffs se fue evidenciando que Robinson era un jugador que si no tenía el día desde el triple era capaz de aportar más bien poco, pero cuando uno acierta tan a menudo es muy fácil perdonarle los fallos. No lo es tanto cuando dichos aciertos empiezan a ser más puntuales, algo que el alero descubrió por las malas en 2022. De repente Duncan era un jugador al que era imposible mantener en pista por su nula defensa, que restaba más de lo que sumaba salvo en noches muy puntuales y que tenía un contrato muy inflado gracias a lo que hizo en una burbuja de Orlando que, según a quién le preguntes, tiene más valor que cualquier otra postemporada o no tiene ninguno. Así funciona muchas veces el fandom de la NBA, para el que es muy fácil recordarte que ayer llovió incluso si ellos mismos salieron a la calle sin paraguas.
La renovación
Este mal rendimiento le hizo salir del quinteto inicial de Spoelstra durante esta temporada regular e incluso quedarse muchas noches fuera de la rotación, y nada invitaba a pensar que esto fuera a ser diferente en las eliminatorias. Pero, como los propios Heat, Duncan nos tenía reservada una sorpresa.
Y es que, contra todo pronóstico, en estos playoffs no solo estamos viendo su versión más letal desde el triple (44% de acierto), sino también la más completa en cuando a baloncesto. De repente, Robinson se atreve a ir a canasta, se atreve a ser agresivo con el balón, se atreve a dirigir el ataque en pick & roll. De repente, Robinson no es solo un tirador. Y esto abre una infinidad de puertas tanto para él como para Miami.
Duncan ha lanzado más tiros de dos puntos en estos playoffs (39) que en todos los demás que ha disputado en su carrera (32), y ha penetrado más veces a canasta esta postemporada (52) que en las tres anteriores juntas (46). De jugar el pick & roll en el 5% de sus posesiones, ha pasado a hacerlo en un 12,7%, convirtiéndolo en un recurso, si bien no demasiado habitual, sí de cierta recurrencia. Y sin embargo, quedarse en esto supondría quedarse muy en la superficie. Porque como ocurre muchas veces, lo más importante no es lo que un jugador hace sino lo que provoca aquello que hace.
En cierta medida, cabría pensar que si Duncan Robinson ha tenido esta evolución ha sido porque las defensas rivales así lo que han querido, lo cual en cierto modo es cierto. El resto de la liga se dio cuenta de que era tan letal desde el triple que ha hecho todo lo posible por negarle esa opción y enviarle hacia el aro, donde era una amenaza mucho mayor. Pero de repente, él mismo ha empezado también a buscar ese recurso. Ha dejado de ser una obligación para ser una decisión asertiva, una vía que busca en lugar de una a la que le empujan. Y con una mayor confianza y eficiencia en este tipo de acciones, de repente hay un arma más que contener.
Más puertas abiertas
Colocarse entre el jugador y el aro es uno de los preceptos más básicos de la defensa en baloncesto, un precepto que sin embargo hay que poner en cuarentena cuando se marca a un tirador de élite. Esto se ha llevado a veces a límites extremos, como cuando los Jazz decidieron defender a Harden por detrás para negarle el step back y obligarle a ir hacia dentro en 2019, pero se pone en práctica de forma más habitual en los bloqueos indirectos, en el que el defensor es consciente de que no puede dejar al atacante recibir con espacios bajo riesgo de triple. En otras palabras, debe anticipar y no perseguir.
Esta, no obstante, es una decisión arriesgada, que deja abierta una posible puerta atrás con la que el atacante pueda sorprender y cortar hacia el aro. Y con Bam Adebayo, uno de los mejores pívots pasadores, como socio, Robinson cada vez aprovecha más esta opción, castigando a los defensores tan pendientes del bloque y tan temerosos de su tiro exterior que olvidan que también puede anotar bajo el aro.
Esto es también aplicable a las ocasiones en que recibe mano a mano o juega pick & roll, en las que el pívot rival está obligado a salir para puntear un posible triple a riesgo de desproteger su espalda. Y, así como antes esta acción podía hacer a Duncan frenarse el tiempo suficiente como para que la defensa recuperara posiciones, en estos playoffs se le está viendo mucho más decidido a la hora de atacar este tipo de situaciones, de buscar el mal posicionamiento del interior rival para ir hacia el aro o para asistir a Adebayo en la continuación. De nuevo, una decisión tan simple genera mil recursos.
Todo esto ha potenciado su gravedad, ese concepto mil veces usado con Stephen Curry y relativo a la atención que genera en la defensa rival. Defender a Robinson era ya una pesadilla para su hombre, que debía pasarse muchos minutos corriendo y pasando bloqueos indirectos, pero ahora lo es también para el resto de rivales, que deben tomar en milésimas de segundo decisiones importantes que no siempre consiguen ser acertadas. Unas veces, el miedo a la penetración les hace pasar un bloqueo por detrás y conceder un triple, otras les lleva a descuidar la continuación hacia el aro del bloqueador y abre un pase fácil a un compañero solo.
Y otras, su corte al aro atrae tantas miradas que deja solo a un compañero tan letal como Gabe Vincent, algo que hace no mucho era tan impensable como verle terminar un partido con 9 asistencias.
Siendo justos, este sigue siendo todavía un recurso secundario en el juego del alero y no es como si de repente hubiera mutado en un tipo de jugador radicalmente distinto (sin ir más lejos, no hubo rastro de ello en el Game 3), pero es una faceta en la que cada vez se le ve más cómodo y que, a poco que obligue a los rivales a pensar por dónde va a salir, abre mil opciones para Miami. Tras la victoria del Game 2 de las Finales se habló mucho de sus 10 puntos en el último cuarto, pero no tanto de cómo llegaron y de lo que causaron.
Robinson anotó 4 de los 11 tiros anotados por Miami en dicho periodo, uno de ellos un triple que llegó en cuanto Jeff Green se giró para ver por dónde llegaba el bloqueo de Adebayo, otro atacando el aro aprovechando que Jamal Murray trató de cerrarle de forma demasiado agresiva por miedo al tiro, y otro con un corte a canasta tras recibir de Adebayo y evitar la intimidación de Green. Pero es que además generó un triple de Vincent con otro corte a canasta y evitó que Michael Porter Jr. pudiera llegar a ayudar en una internada de Butler por miedo a dejarle abierto. Todo con su mera presencia en pista, su movimiento, y su forma de obligar a la defensa a atender a más opciones que a su tiro exterior.
Robinson sigue siendo un jugador con un físico promedio, al que le cuesta defender a jugadores más atléticos, que no suma demasiado en el rebote y que sufre para generarse sus tiros. Pero desde luego no puede decirse que tenga un rol pasivo en ataque o que no se hay visto progresión en él. Y esos dos pequeños cambios con respecto a lo que se auguraba en 2018 puede dar a los Heat el impulso justo para terminar de dar la mayor sorpresa de la historia de la NBA.
(Fotografía de portada: Justin Edmons/Getty Images)