Volvemos al Este por última vez en esta serie. A estas alturas ya deberíais conocer la dinámica. Y si no, ya tardáis en leer las entregas anteriores:
Chicago Bulls – Alex Caruso
Este año resultaba irresistible. Alex Caruso es uno de los secundarios más especiales de la liga. Pocos tan capaces de cambiarle la cara a un equipo desde un papel tan acotado. Los deprimidos Chicago Bulls han encontrado algo parecido a una identidad tras el All-Star. Y, si bien la llegada de Beverley aporta, las culpas toca cargarlas a Caruso por haber encontrado la regularidad física que le había faltado en la primera mitad de la temporada.
Desde el fin de semana de las estrellas, los Bulls son la mejor defensa de la liga, cuando sus piezas indican que no debería ser así. El actual proyecto de Chicago comenzó construyéndose desde la inmensa capacidad de Lonzo Ball [se derrama una lágrima] y Caruso para apretar como puntas de lanza, pero también para defender en obvia inferioridad física gracias a su intensidad, anticipación y lectura.
Lonzo ya no está, y Beverley es otro tipo de defensor. Sin embargo, sigue emocionando como el primer día ver al ex de los Lakers no regalar una sola acción a pesar de quedar emparejado continuamente con jugadores del tres al cinco. Y, quizás más importante, el talento que tiene para involucrar al resto y cambiar el signo del encuentro a través de su brega.
Probablemente no haya llegado a tiempo para salvar a unos Bulls que han tocado techo demasiado pronto y cuyos problemas estructurales tienen difícil solución a corto plazo. No obstante, si esto va de salir cada noche a dignificar la competición, pocos lo hacen como Alex Caruso. Lo de ayer, una muestra más. Una debilidad.
Milwaukee Bucks – Jae Crowder
Al alboroto en Phoenix por su estrepitosa caída en los pasados playoffs, las broncas entre DeAndre Ayton y Monty Williams (también aquel “no hablamos desde aquel día del pívot), el fracaso inicial con KD y el año que sumaba Chris Paul al documento de identidad; se sumó la petición de salida de Jae Crowder.
El veterano alero dejaba una rotación corta en el chasis esgrimiendo que no estaba dispuesto a salir del banquillo. Mil rumores se sucedieron. Que si Miami de nuevo, Cleveland, Milwaukee; pero la temporada comenzó, los meses avanzaron y Crowder seguía contractualmente ligado a los Suns. Así de reducido era su mercado.
Finalmente, los Bucks se acabaron saliendo con la suya sumergiédose en el traspaso de Durant para, básicamente, intercambiar a Ibaka, Hill y Nwora por su ansiado Crowder ¿Y aquello de ser titular a toda costa? Pues donde dije digo, digo Diego. De 18 encuentros, solo tres del inicio, coincidiendo con las jornadas en las que Milwaukee ha dado descanso a sus titulares.
Si nadie se la jugó antes por el ala era porque tenía ojos. Crowder venía de una temporada de evidente bajón físico. Aunque siempre rellene carencias con juego subterráneo, la falta de frescura era patente en su defensa y en su tiro, que se resintió por debajo del 35% desde el triple. Esto hacía que, pese a ser una adición de poco riesgo, su aportación real estuviese en duda. Sin embargo, como a Milwaukee todo le sale bien (rezando por la rodilla de Middleton), Crowder no iba a ser una excepción.
Ni siquiera necesitó el típico periodo de adaptación o rodaje después de nueve meses sin competir al máximo nivel. Desde el primer momento se le vio con una agilidad inédita en su última temporada en Arizona. La reducción de minutos (de 28 a 18 por partido) le ha sentado como una bocanada de aire fresco, y sus porcentajes se han elevado hasta un 43% desde la larga distancia que es el segundo mejor dato de su carrera.
El fichaje clave de la temporada no es él, sino Joe Ingles, que desde su regreso ha ayudado a paliar las conocidas deficiencias creativas de los de Wisconsin a media cancha. No obstante, sí que ayuda a redondear una rotación prácticamente inmejorable y consecuente en cada una de sus piezas. Y alegra observar que un tipo como Crowder ha sabido reconocer dónde está su lugar en esta liga después de su berrinche de septiembre.
Cleveland Cavaliers – Ricky Rubio
Para construir un equipo ganador, siquiera competitivo, hay que dar muchos pequeños pasos para generar confianza en los jugadores. Tanto en los que deben convivir cada día desde dentro como aquellos que lo ven desde fuera y se puedan sentir seducidos por el buenhacer de este o aquel conjunto. Y ahora mismo, los Cleveland Cavaliers desprenden ese aura de proyecto serio, amable y familiar que, sin el atractivo de los grandes mercados, sí resulta un destino apetecible para cualquier jugador que se planteé su futuro.
Sin embargo, esa familia se quedó sin uno de sus pilares capitales. Primero por la maldita lesión que le apartó de las canchas y luego por el traspaso que le alejó del que se había convertido en su hogar de forma inesperada. No sólo es que no haya quien dedique una mala palabra al base español, ni en Ohio ni allá donde le ha llevado el destino, sino que existe en aquellas personas con las que se ha cruzado la honesta voluntad de reconocer su inmenso valor deportivo. Y, sobre todo, humano.
En principio, este epígrafe iba a ser una recolección de declaraciones de compañeros, miembros del staff y directivos de los Cavaliers sobre la figura de Ricky. Pero, además de quedar una plétora de tópicos con algún testimonio a rescatar, las palabras se las lleva el viento. Los actos hablan mejor.
Baste una confesión del propio Ricky en su entrevista con Gonzalo Vázquez y Andrés Monje en El Reverso para poner de relieve quién es para los Cavs y qué clase de organización es la de Cleveland. “El día antes de ser traspasado de Cleveland a Indiana me llamó Koby Altman. Me dijo que no sería un tema personal, era solo un negocio. Lo hizo bien y sentí que pensaban en mí como persona”. Ni falta hace decir lo inusual que es esto.
En aquellas palabras subyace lo que todo el mundo daba casi por hecho: que Ricky volvería a Cleveland en verano. No obstante, poner sobre la mesa 16 millones de dólares y tres años de contrato a un jugador que se iba a perder casi media temporada y cuyo estado físico era una completa incógnita más allá de informes médicos, es un acto de confianza de los que rara vez se ven en la NBA.
El deporte no es justo ni le debe nada a nadie. En parte por eso nos chifla. Y aun así, qué bien cuando a alguien como a Ricky el baloncesto y la vida le devuelven un poquito de lo que él les ha regalado. “Creo que he encontrado mi sitio en Cleveland”.
Detroit Pistons – James Wiseman
Menos de tres años después de su llegada a la liga como número dos del draft, en algún momento de esta temporada ha cabido preguntarse seriamente si James Wiseman podía seguir siendo jugador en la NBA. Su carrera es grotesca hasta el exceso. Desde la sanción que le dejó en tan solo tres partidos disputados en la universidad de Memphis hasta la atragantada despedida que le dedicó Bob Myers.
El General Manager venía a decir que desprenderse del talludo joven, que no hizo más que regalar facilidades con la verdadera voluntad de que todo funcionase, era un dolor enorme para una organización que lo había intentado todo con él. En la enfermería y en la pista. Pero si catalogar como jugador NBA llegó a ponerse en duda, hacía tiempo que no sucedía así a la hora de definirlo como warrior. Porque nunca terminó de funcionar.
Antes de comenzar la actual campaña, Wiseman concedió una entrevista a Katie Heindl (una de las mejores escritoras deportivas del momento) en la que desnudaba sus vulnerabilidades y el infierno que le han supuesto las lesiones y sus dificultades para adaptarse. Hasta el punto de insinuar lo peor.
De ahí que Detroit, por mucho que pinte en bastos, haya resultado ser una bombona de oxigeno deportivo para el chico. Sumar minutos, encontrar sensaciones, sentirse jugador y haber llegado a final de temporada sano son argumentos suficientes para empezar a sacar cabeza del oscuro pozo en el que ha llegado a estar.
Aunque el nubarrón no termine de escampar fuera de la cancha. La llegada de Wiseman a los Pistons derivó de la salida de uno de las mayores apuestas del pasado reciente de la franquicia de Michigan. Puede que Saddiq Bey se hubiese quedado algo corto con respecto a las expectativas depositadas en él, pero al menos era un jugador hecho. Wiseman resulta aún una completa incógnita, y lo único claro con su ahora es lo anticompetitivo de su presencia defensiva en cancha. Lo cual ya ha empezado a despertar cierto runrún en la afición de Detroit.
Sin embargo, lo poco que trasciende desde dentro de la organización es la satisfacción (moderada) con un chico que quizá vaya despojándose de ese silencio vergonzoso al que se acostumbró en la Bahía. Esta es una oportunidad imperdible para que Wiseman alce la voz en un vestuario aún por hacer, configurándose como uno de los líderes de lo que debería ser un proyecto ilusionante en el futuro inmediato. Aunque quizás este sea un deseo inocente por el miedo de perder a un talento así a las primeras de cambio. Llamadme iluso.
Indiana Pacers – Caitlin Cooper
En la maraña de actualidad y partidos en la que nos metemos todos nosotros cada octubre, a veces olvidamos lo importantes que son los emisarios de todo esto. Aquellos que nos transmiten el baloncesto hasta el punto de llevar nuestro interés o pasión más allá, que nos inspiran en base a aspectos que en un principio pasamos por alto. Eso a lo que básicamente aspiramos desde un portal como nbamaniacs.
La NBA siempre tuvo grandes comunicadores detrás, y hoy sigue habiendo montones de voces y plataformas que captan un cachito o gran parte de la esencia de la liga para elevar la experiencia del espectador/lector/oyente. No hace falta que los mencione, ya intuís a quién me refiero. Cada vez que descubro a un nuevo autor que responde a estas características, siento un hormigueo que sólo me produce la apertura de un punto de vista totalmente nuevo sobre aquello que amo. Y si Katie Heindl fue el gran hallazgo de la pasada temporada, Caitlin Cooper lo ha sido de esta.
Ignorando quién había detrás de aquellos textos, en mi cabeza rebotaba la idea de haber leído excelentes análisis (muy por encima de la media en detallismo y literatura) sobre los Indiana Pacers. Un equipo que, a excepción de los primeros meses de competición, a cualquiera podría resultar anodino. Y, cuando me decidí a desvelar la pluma que había detrás de esos párrafos y análisis de vídeo, caí en la cuenta de que todos ellos pertenecían a la misma autora.
Cooper se ha convertido en un punto de referencia para el vestuario de los propios Pacers, donde Rick Carlisle y Tyrese Halliburton son confesos admiradores. Su blog, Basketball, She Wrote, ha sido capaz de llegar al mismo tiempo al aficionado de Indiana y al público masivo gracias a la devoción que transmiten sus textos por el baloncesto en general y por el equipo de los Pacers en particular.
Personalmente, y aquí voy a parar para que la descubráis por vuestra propia cuenta, pienso que su mayor virtud está en la capacidad para pararse a observar y diseccionar el presente. Lo que ocurre ahora, sin necesidad de correr y tener un ojo puesto en el mañana. Otorgar más relevancia a la cobertura de un pick-and-roll frente a los Houston Rockets que a las posibilidades del equipo en la lotería del draft. Caitlin no suele sacar conclusiones a largo plazo porque es consciente de que el futuro no existe en el deporte y porque cree que no debería dársele la importancia que le solemos dar. Y cómo se agradece a quien es capaz de pararse a mirar el paisaje y degustarlo para que el resto los disfrute al unísono.
(Fotografía de portada de Sarah Stier/Getty Images)